La falta de comida, agua limpia, refugio adecuado y letrinas está creando un campo de cultivo para las epidemias, en un país donde alrededor de un millón de personas quedaron sin hogar por el movimiento telúrico del 12 de enero.
El sábado, un solo retrete portátil se había instalado para unas 2.000 personas en un extenso campamento, a una calle del derruido Palacio Nacional. Ello obligaba a muchos a recurrir a un canal que corre junto a una zona donde los vendedores preparan alimentos y las madres tratan de bañar a sus niños.
“Lavamos los vegetales con agua que nos traen en camiones, pero algunas veces esa agua no está limpia'', relató Marie Marthe, de 45 años, quien cocinaba repollos, zanahorias y carne de cabra en un gran caldero, mientras las moscas revoloteaban alrededor del pañal de su hija. ``No tenemos opción''.
Los sobrevivientes han levantado casuchas endebles con prendas de vestir, cartón o plástico en casi cualquier espacio disponible que queda en la capital.
Las mujeres esperan a que caiga la noche para bañarse con baldes, ocultando su cuerpo detrás de autos y camiones averiados. El agua se recicla _primero se usa para cepillar los dientes, luego para lavar los alimentos y después para bañarse.
“Mi hija de 1 año tiene diarrea desde hace una semana, tal vez por el agua'', dijo Bernadel Perkington, de 40 años. ``Cuando ocurrió el terremoto, yo tenía 500 gurdas (unos 15 dólares), que usé para comprarle agua purificada. El dinero se me acabó ayer''.
El hacinamiento entre los charcos de aguas negras, donde se crían los mosquitos, han comenzado a favorecer la transmisión de enfermedades como el dengue y el paludismo, que ya eran endémicas en Haití. Algunos hospitales informan que la mitad de los niños atendidos padecen paludismo, aunque la temporada de lluvias cuando hay más mosquitos_ no comenzará sino en abril.
Las repletas barriadas exponen a la gente a otros padecimientos, como cólera, disentería o tétanos.
La doctora Louise Ivers, directora clínica de Socios en Salud para Haití, dijo que teme ``un brote masivo de paperas, que sería potencialmente devastador para un campamento donde viven unas 10.000 personas''. Su organización ha operado en Haití durante más de dos décadas y tiene unos 4.000 trabajadores médicos en el país.
Oxfam, dependiente de la ONU, y otros organismos de ayuda, han comenzado a cavar letrinas para 20.000 personas, dijo Silvia Gaya, coordinadora para agua y sanidad del Fondo de Naciones Unidas para la Protección de la Infancia (UNICEF). Pero incluso ese número representa una fracción de las 700.000 personas que, según las autoridades, vivían en los campamentos la semana pasada.
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