viernes, 2 de septiembre de 2011

Delicuencia asedia a los vecinos de Madre Vieja .

Por Oscar Quezada/Elcaribe

SAN CRISTOBAL. En Madre Vieja los delincuentes imponen su ley. A punta de cañón, son capaces de atormentar familias y ahuyentar a gente laboriosa y comprometida con causas justas, como la jueza que tuvo que abandonar su casa por motivos de seguridad.

En Madre Vieja, uno de los sectores más emblemáticos del municipio cabecera de la provincia San Cristóbal, los delincuentes definen sus reglas y territorio a sangre y fuego. Asaltos, robos y asesinatos, a cualquier hora del día o de la noche, abruman la cotidianidad de sus residentes, que temen incluso salir bien temprano a sus puestos de trabajo porque no saben siquiera qué hacer para defenderse.

“En menos de un mes, atracaron a cuatro de mis seis hijos. Hasta que no dan las 8:00 de la mañana, que es cuando empiezan los noticieros, uno no sabe si están a salvo o si les ha pasado algo”, expresa Francisca Manzueta, presidenta de la junta de vecinos La Nueva Unión, de la urbanización Villa María. A pocos metros de este lugar, vivía la jueza Claribel Nivar Arias, quien hace algunas semanas abandonó su domicilio asediada por ataques criminales secuenciados que atentaban contra su seguridad personal.

De febrero a agosto de este año, a esta representante del Poder Judicial le violaron a su empleada doméstica; le mataron a un hermano, hirieron mortalmente a su guardaespaldas y hace apenas una semana otro hermano suyo fue asaltado a mano armada. Nivar Arias fue la jueza de la fase preliminar del proceso a la red de narcotráfico liderada por el boricua José David Figueroa Agosto, envió a juicio de fondo a ocho personas acusadas de lavado de activo.

La agresión sexual a su trabajadora y la muerte a tiros de su guardaespaldas ocurrieron en su propia casa, ubicada en la urbanización Leonela. Con tantas embestidas a gente de su entorno, Nivar Arias no tuvo otra opción que abandonar la casa de dos niveles que compartía con una hermana, quien también se mudó por temor a ser atacada. La casa de esta jueza está resguardada por cuatro agentes policiales.

El sector donde Nivar Arias levantó su residencia tiene varios solares baldíos y algunas casas abandonadas. Y aunque tiene más 16 años de fundado, solo la habitan unas 20 familias. A ambos lados de su casa, hay una vivienda en proceso de construcción y su solar copado de arbustos, hierbas y bejucos, que se prestan para servir de escondite a cualquier malhechor.

En Madre Vieja Norte

En Madre Vieja Norte se vive una situación igual de preocupante. Solo que, a diferencia de Madre Vieja Sur, en esa zona son más frecuentes los pleitos entre pandillas por el control de puntos de ventas de drogas.

Cecilio Ignacio Estévez, presidente de la junta de vecinos de la urbanización Las Estrellas, se queja de que la Policía no protege a quienes tienen el valor de denunciar a los pistoleros y vendedores de estupefacientes. “Hay gente que tiene miedo de ir a los cuarteles a hacer la denuncia, porque entonces del mismo cuartel es que salen a decirle al elemento (vendedor de drogas), ‘oye, fulano está yendo allá, a hablar de ti’. Entonces, ponen a uno en condición de chivatos”, cuestiona Estévez.

Este hombre lamenta que en el sector haya pocas posibilidades para que los jóvenes y adolescentes practiquen algún tipo de deporte, para que dediquen su tiempo y pensamientos a una actividad sana y recreativa que contribuyan a apartarlos de los vicios y ser presas fáciles de la delincuencia.

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