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Su nombre es José Miguel Carvajal Rosario, pero desde los 16 años y hasta que cumplió los 27 era el dañino, la rata, el venenoso, un fatal ..., según sus propias palabras.
“Yo era el hombre problema, aquel del cual nadie quería saber, porque sólo sabía dar y buscar problemas a todos los que estaban en mi entorno. Yo no tenía amigos. Yo era una basura, un dañado”, contó con lágrimas en los ojos.
Este hombre del barrio Los Guandules narra que se fue a las calles cuando tenía 16 años y vivió en ese mundo en el que los actos delictivos eran “su pan de cada día”, y nada más le importaba.
“La vida me dio un brei (break). En esas condiciones que te cuento me encontró la Fundación Comunitaria de Saneamiento Ambiental Guandules, La Ciénaga, Guachupita y 27 de Febrero (Fucosaguacigua 27) y me rescató de esa vida podrida que yo llevaba. Hoy a mis 29 años ese pasado quedó bien lejos”, dijo.
Ahora es el capataz de una brigada de limpieza de la Fundación y en su tiempo libre se dedica a trabajar con jóvenes descarriados.
Su amigo Sandy Pablo Garó Feliz, también de Los Guandules, cuenta una historia similar. Vendía drogas y la usaba, se convirtió en alcohólico y cuando ambas sustancias se ligaban, sólo pensaba en quitarse la vida arrojándose de uno de los puentes que cruzan el río Ozama, porque la depresión lo estaba azotando.
Su calvario empezó a los 25 años cuando cambió su hogar por “las juntiñas”, unos amigos descarriados que lo conquistaron.
“Yo era un bebedor. Yo siempre estaba sólido y con depresiones. Sí, bregaba con drogas, pero le doy las gracias a Dios y luego a la Fundación porque soy un hombre nuevo. Antes yo golpeaba a mi pobre esposa. La vida para mí no tenía sabor. La verdad que yo estaba mal. Era callejero y mi esposa me abandonó, porque me dijo que decidiera entre la calle y ella, y yo seguí la calle y ella se fue con mi niño. No pienso volver atrás y ahora Dios me dio una nueva y bella esposa que respeto y amo”, agregó.
Dijo que el milagro que ocurrió con su vida no fue fortuito, sino fruto del trabajo que realizan los líderes comunitarios de Fucosaguacigua 27, quienes se han empleado de lleno con un grupo de muchachos que se encontraban atrapados por el vicio a las drogas, el alcohol y la delincuencia.
Sandy ya tiene 30 años y hace dos que decidió llevar una vida cristiana que le ha hecho entender el verdadero valor de la vida.
Otro caso
Alfredo Manuel Medina Adames (Joan), de La Ciénaga, vivió una amarga experiencia por haberse descarriado del camino correcto que le habían enseñado sus padres, cuando tenía 13 años.
“Yo me fui de la casa a la calle y a esa edad empecé a bregar con mujeres, bebidas, estupefacientes y todo lo que apareciera. Yo me perdí en esas noches de desórdenes y la gente pensaba que yo nunca me iba a reintegrar a la sociedad como un hombre de futuro. Hoy a mis 21 años vieron que fue posible, aunque eso no ocurrió en un día”, agregó.
Dijo que recuerda a su madre, quien pasaba las noches despiertas a espera de que llegara a la casa sano y salvo.
Agregó que ahora continuará los estudios y piensa dedicarse a la música. De hecho ya escribió varias canciones para grabarlas en ritmo de reguetón cuando le llegue la oportunidad, mientras tanto la Fundación logró conquistar espacios para que junto a otros muchachos inicie próximamente cursos de computadora y en otras áreas técnicas en el Infotep.
“No, no, no. Ya yo soy un hombre serio. Ya a mi me prestan dinero y pago. Yo no camino la calle, me acuesto temprano, porque tengo que llegar temprano al trabajo para que no me cancelen. Ahora los amigos que dejé atrás me vocean Santa Clause y que me la privo en bueno, pero lo que pasa es que yo no volveré a mirar atrás”, dijo.
El rescate
Estos tres hombres conocen el sabor y el olor de los hierros de una celda y la amargura de familias que pasaban las noches en velas.
Hartos del mundo que los envolvió, decidieron cambiar las páginas de sus vidas y hoy junto a otros jóvenes reconocidos macheteros, adictos a las drogas y asaltantes, han vuelto a la sociedad como hombres sanos y productivos. “Nosotros agradecemos a la Fundación, porque en primer lugar nos dio trabajo y luego empezó a darnos consejos como si fueramos sus hijos, y con esos consejos nos ayudaron a recapacitar, de que lo que estábamos haciendo no era bueno”, dijo Joan.
La Fundación a la que se refieren, Fucosaguacigua 27, nació con la finalidad de recoger la basura en los callejones y patios ubicados en La Ciénaga, Los Guandules, Guachupita y 27 de Febrero, por lugares donde los camiones del Ayuntamiento del Distrito Nacional (ADN) no pueden circular.
Sin embargo, como señala su presidente, Adalberto Moreta, pensaron llevar el trabajo más allá, reintegrando a los jóvenes que habían caído en los vicios por falta de oportunidades, y asegura que han logrado resultados sorprendentes.
“Nosotros les pagamos RD$300 diario a estos muchachos que no tenían medio de subsistencia y junto al trabajo de seguimiento que hacemos, ha sido la clave para que hayan abandonado la calle. Tenemos uno cinco jóvenes que han comprado motores y están integrados al motoconcho ganandose la vida con dignidad”, dijo.
Destacó que estos jovenes querían reintegrrse a la sociedad, pero por su pasado eran rechazados en los lugares donde buscaban empleo, porque los documentos aún señalan su mala conducta.
Explicó que tiene varias brigadas de trabajo que asumen su labor con responsabilidad, lideradas por un capataz, quien es precisamente uno de los mismos muchachos que fueron rescatados.
Estos obreros se ganan la vida sacando todo tipo de desechos de las cañadas, cloacas y vertederos que se eliminan en cada uno de estos barrios. Cuando se les preguntó que si no sentían asco del trabajo tan sucio que realizaban, señalaron: “Asco sentimos nosotros cuando miramos hacia atrás y recordamos la vida que llevabamos antes”.
Fucosaguacigua recibe los fondos de la basura que vende al ADN mensualmente, lo que le ha permitido emplear a 22 jóvenes. Ese dinero lo reinvierte en los barrios en la construcción de pequeñas obras que demandan los lugareños y en limpieza.
MÁS OPORTUNIDAD PARA LOS JÓVENES
El dirigente deportivo Alonzo Alcántara aseguró que si a los jóvenes de los barrios se les diera mejores oportunidades, la delincuencia fuera casi nula.
“Este trabajo no es fácil, porque hay jóvenes que cuando tenemos un tiempo trabajando con ellos parecen cansarse, pero les damos ánimo para que no piensen en el pasado”, agregó.
Destacó que por el solo hecho de estos muchachos ser empleados y ser sometidos a terapias de consejos, han vuelto a la sociedad.
“Mira, este trabajo que hace Fucocaguacigia es tan interesante, que los jóvenes que han sido rescatados por ellos se han convertido en reproductores y están trabajando con muchachos que están atrapados, como estuvieron ellos”, agregó.
Señaló que cuando cualquiera de estos muchachos tiene una receta médica, van a la Fundación y les compran el medicamento.
Fucosaguacigua tiene 12 camiones pequeños en servicio, la mayoría de los cuales fueron donados por organismos internacionales motivados por el trabajo que realizan, pero otros los han comprado ellos mismos con los fondos que reciben.
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