NUEVA YORK._ “Ningún niño o niña debe morir en la flor de la vida”, reza una conocida promoción del hospital infantil San Judas de La Florida. Ese es el caso de Sophia López, quien apenas con nueve meses de edad y pareciendo una muñeca de carne y hueso por la belleza que destila, con ágiles movimientos y una sonrisa que conmueve, se debate entre la sobrevivencia y un crecimiento incierto por padecer de un cáncer crónico en la sangre, que aunque no es leucemia, presenta los mismos síntomas y puede llevar a la muerte en los próximos meses.
Sólo un trasplante de médula ósea o de placenta, no importa si se trata de menores o adultos, podría salvarla a tiempo. Sophia es parte ahora de las estadísticas mundiales de pacientes que esperan en una larga lista porque Dios le haga el milagro y aparezca un donante a la brevedad.
Su sufrimiento es tal que con su corta edad, tiene que estar sometida a quimioterapia y en su pechito tiene aparatos y cables que debe llevar dondequiera y a través de los cuales, los médicos le suministran los medicamentos del tratamiento que por ahora la mantiene con vida.
Sus vivaces ojitos y su rostro angelical, se distraen como una niña normal en cada objeto que ve a su alrededor, ajena tal vez a su crítica condición. Su madre Denise López, de 33 años de edad y casada con Michael López, pareja que tiene otros dos hijos, describe angustiada, el extremo vía crucis por el que atraviesa su hijita y la familia.
Dijo que el tres de enero de este año, Sophia, quien nació el 25 de octubre del 2009, comenzó a presentar síntomas de fiebre muy alta que llegó hasta los 104 grados y cuando llegó a la emergencia del hospital, su hígado estaba inflamado. Después de los primeros análisis de descubrieron que tiene mucha sangre anormal.
A los seis días de ser examinada a través de una porción de la médula, los médicos diagnosticaron a Sophia con HLH, una infección en la sangre que se detecta en un niño o niña por cada millón.
“No es leucemia, pero es como si lo fuera, porque tiene que estar sometida a quimioterapia y a los medicamentos para tratar de que la infección no invada todo su cuerpecito”, narra la acongojada madre. “Me sentí completamente destrozada, cuando nos dieron el diagnóstico, porque nunca nos imaginamos que una niña que aparentemente estaba en perfectas condiciones durante el embarazo nacería con una enfermedad que podía quitarle la vida”, añade.
Denise recuerda que su embarazo fue normal durante los nueve meses y en ese lapso, nunca los médicos descubrieron nada. “Cuando le pregunté al pediatra, me dijo que los hospitales no pueden hacerles ese examen a cada mujer embarazada porque se trata de un caso entre un millón de niños y niñas, el estado gastaría una fortuna”.
Por ello, es prácticamente imposible que se les pueda hacer ese chequeo a todas las mujeres e gestación. “Después de ese diagnóstico, se nos dijo que ya la afección había desaparecido, pero en abril sufrió una recaída y fue cuando comenzó la quimioterapia”, relata la madre.
Describe a la niña como una criatura alegre y muy activa, pero cuando siente el fuerte dolor de sus órganos, llora desesperadamente. “Los médicos nos han dicho que si no se aparece pronto un donante de la médula o de placenta, esos órganos que se le inflaman a Sophia, podrían llegar a un nivel que pudieran explotarle dentro”.
Hablando, entre un discreto sollozo sobre los días y las noches de la niña, la madre sostiene que son terribles y siempre está a su lado. “Tiene que mantenerse en tratamiento, porque eso y la quimioterapia es lo que me la mantienen viva, pero una nunca sabe cuándo podría llegar lo peor”.
Cada tres semanas, Sophia debe recibir la quimioterapia. Tiene dos hermanitos – Brandon de 11 y Nicholas de 2 – y para el primero, la penosa noticia, también lo ha devastado, mientras el segundo por su corta edad, no entiende todavía la situación. El impacto de la enfermedad es tan fuerte que la niña, aún con nueve meses, no puede pararse, es más débil que los de su edad que son normales y su desarrollo está retrasado a una niña de cinco meses.
La madre sostiene que el mes pasado, le dijeron que además tiene líquido en el cerebro y desconoce si es a causa de la misma enfermedad. Cuando le hagan el trasplante, nunca podrá tener hijos a menos que no le extraigan un ovario para que pueda gestar.
“Ella padece de hambre crónica por lo que cada cuatro horas quiere beber leche, aunque cuando la toma, lo hace como una niña normal”, explica Denise.
La Organización Mundial de Donantes de Médula Osea (DKMS, inglés) ha hecho algunas campañas para tratar de conseguirle un donante a Sophia, pero hasta el momento no ha aparecido nadie compatible entre millares en la lista.
Otro de los problemas es el de que la madre ni el padre pueden ser sus donantes, porque tampoco no son compatibles. “Las mujeres embarazadas pueden donarle placentas”. Desde finales de abril, la madre se puso en contacto con la entidad mundial.
En el caso de una donante embarazada, esta debe decirle al médico que quiere aportar sus placentas para salvar a Sophia. El 22 de mayo se hizo la primera jornada y en la iglesia San Lucas, también se llevó a cabo un evento. La placenta dispone de suficiente sangre para aumentar la posibilidad de la niña, aunque correría el riesgo de que su organismo la rechace después del trasplante.
Los interesados en ser donantes para la niña pueden acceder a la página Internet de la DKMS o llamar al (212) 209-6727 y preguntar por la señora Flora Mendoza. También Sophia está en la página de Facebook “Help Sophia” (Ayude a Sophia), donde también pueden hacer contacto por correo electrónico con la madre.
¡Salvémosla!
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