sábado, 27 de agosto de 2011

“Friego, lavo y plancho’’ .

Por Yancen Pujols/Elcaribe.com

Chesterfield, San Luis. El terreno de juego no es el único lugar donde Albert Pujols se esmera para batear .300. También en su casa se esfuerza para ser un padre ideal que coopera en las labores domésticas.

El que es considerado por muchos como el mejor pelotero de las Grandes Ligas no se avergüenza en el más mínimo de los porcentajes a la hora de revelar su dedicación a los quehaceres del hogar. “Yo friego, lavo y plancho y hago de todo en lo que pueda ayudar a mi esposa”, comenta Pujols en una parte de la entrevista para el programa Círculo de Grandes Ligas, que se transmitirá por CDN a partir de septiembre. “Yo debo ayudar a mi esposa (Deidre Pujols), no es solamente estar en el estadio con los Cardenales.

Hay personas que creen que uno solo es pelotero, pero no es verdad. Soy esposo y padre y esa es una bendición que Dios me dio a la que también debo dedicarme”, dice. El primera base de los Cardenales, tan creyente del Señor como buen pelotero, contó a Multimedios del Caribe parte de las actividades que ejecuta en su amplia residencia, ubicada a unos 45 minutos de San Luis y donde tiene piscina, gimnasio, cuarto de trofeos, área de juegos para niños y, entre otros detalles, un patio en el que se pueden construir dos casas más. “No me pesa cambiar un pañal. Para nada. En estos días lo hice y fue a la antigua porque en vez de tirar la ropa del niño a la lavadora, fui y me fajé a lavarla con mis manos. Así fue que aprendí y así lo hago cada vez que tengo el chance”, cuenta.

El lunes pasado, al término del partido contra los Dodgers en el Busch Stadium, Pujols salió como un bólido hacia su casa, ya que le tocaba quedarse de niñero con el pequeño Ezra (nacido en febrero de 2010).

“Mi esposa tenía que ir al hospital con Isabella (la mayor de los hijos) para unos análisis y amanecieron allá. Yo era el niñero de Ezra, que por cierto no me dejó dormir nada, apenas cerré los ojos por varias horas, pero hay que hacer eso por los hijos, ya que nuestros padres lo hicieron por nosotros hace mucho”, manifiesta Alberto, quien el domingo llegó a su casa pasada las dos de la madruga desde Chicago, donde jugaron el fin de semana con los Cachorros.

El papá Pujols

Alberto trata de solamente pegarle a la pelota en el estadio y no a sus hijos, aunque eso no quiera decir que sea “un maíz”, como se dice en la República Dominicana. “No creo que con golpes se resuelva nada”, dice el padre de Isabella, Alberto José, Sophia y Ezra. “Uno no puede vivir en eso porque entonces los acostumbras a que sólo entiendan por esa vía”. “Y mira que a mí me dieron mis buenos fuetazos en mi niñez, pero esos eran otros tiempos. Yo converso y les hago entender que eso no se puede hacer y que ni papi ni mami hacen eso, porque uno puede pedirle a los hijos que no hagan tal cosa para que entonces vean a uno haciendo eso mismo”, expone Alberto.

Como siempre hay una primera vez, Alberto José sintió el peso de la correa de su papá. “Una vez le pegué porque le dio a Sophia y eso no está bien. Después de esa vez, cuando hacen algo indebido lo que les sale es castigo: se les quita el nintendo (juego electrónico), se les prohíbe ir a tal sitio, para que entiendan que deben portarse bien”.

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