sábado, 25 de junio de 2011

Cientos dan el último adiós a Jennifer Mejía.

Zaira Cortés/EDLP

NUEVA YORK — Familiares, amigos y residentes de Patchogue, Long Island, se congregaron en la Iglesia de Monte Carmelo para darle el último adiós a Jennifer Mejía, la joven de 17 años que murió durante un asalto en la farmacia donde trabajaba.

La carroza y el cortejo fúnebre fueron resguardados por un fuerte dispositivo de seguridad. Patrullas y oficiales del Condado de Suffolk permanecieron en el recinto durante las casi dos horas que duró el servicio religioso.

La misa fue pronunciada en inglés y en español. El obispo Pedro Libasci recordó a la joven de origen salvadoreño como "un ángel de luz".

Estudiantes de la High School Bellport asistieron vestidos con togas y birretes de colores azul, blanco y rojo.

"Ella era perfecta. El obispo tiene razón, era un ángel", dijo Steven Pradi, amigo de Jennifer Mejía, quien afirmó haberla conocido desde los 11 años. "Siempre fue alegre y bondadosa. Nunca hizo mal a nadie. Ella tenía ilusiones y muchos sueños. Crecimos juntos. Fuimos amigos y ahora parece increíble que nos la arrebataran de una manera tan cruel".

El padre de "Jen", René Mejía, agradeció a familiares, amigos y profesores sus oraciones y su apoyo en lo que calificó como un difícil momento.

"Mi niña sigue entre nosotros", indicó el padre evidentemente afectado.

"Es una tragedia familiar que nos ha destrozado el corazón a todos. Los padres están inconsolables", comentó Edgar Dimas Mejía, tío de la víctima.

"Extrañaremos su presencia entre nosotros, sus ganas de vivir y sus ansias por lograr sus sueños. Ella se fue muy temprano. Es una injusticia", agregó Dimas Mejía.

Esther Torres, vecina de la familia, indicó: "yo la recuerdo como una niña tierna y una muy buena persona. Muy dulce y muy bonita. Estaba en la flor de la vida. Qué tristeza tan grande saber que murió de una manera tan horrible".

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