La diferencia fue que nadie entre esos bañistas pudo atribuirse el triunfo por el “trofeo”. Una de las notas más llamativas de la celebración fue que casi todos se disputaban un espacio al lado de la bestia acuática, para tomarse fotografías y videos, como un recuerdo imborrable de la muerte del odiado y carnívoro pez.
Quizás la criminal imagen del tiburón hizo que los presentes se alegraran colectivamente en una especie de “rito”.
El pez fue remolcado por la Sociedad Científica y será estudiado en investigaciones marinas. El profesor de la Facultad de Ciencias Marinas y Atmosféricas en la Universidad Stony Brook, doctor Demian Chapman, de 34 años de edad, dijo que el tiburón no llegó en buenas condiciones físicas a la playa, aunque arribó con vida.
“La mayoría de los restos de este tiburón serán enterrados, pero un gran número de muestras biológicas serán distribuidas entre los biólogos de Estados Unidos y el mundo para ser estudiadas”, explicó el catedrático.
Alrededor del tiburón, que quedó con la boca abierta, se acomodaron docenas de bañistas que acariciaban sus aletas, posaban junto al cadáver y se hacían fotografías y videos con cámaras y celulares. La causa de la muerte no fueron detallas de inmediato.
Muchos dijeron que no podían creer que tiburones tan grandes naden en las aguas de las playas de Long Island. No es la primera vez, aunque de menores tamaños que tiburones masculinos y femeninos, tratan de llegar agónicos a las arenas del sector pereciendo en los intentos.
Se les conoce como tiburones peregrinos y el doctor Chapman advierte que nadie puede matarlos porque es una especia prohibida. “Es una de las especies más importantes que despierta ansiedad de estudios entre los investigadores”, añadió el científico.
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