Daniel Agustín se muestra conversador en la cárcel, donde lleva dos años y diez meses de una condena de 20 años.
Como una forma de descartar el elemento intencional en el feminicidio por el que guarda prisión en Najayo, Agustín alega que nunca ha sido un hombre violento.
Pero, con intención o accidental, esa actuación suya causó la muerte de una joven de 20 años, su pareja durante seis. Fue una tragedia de la cual no han podido recuperarse ni la familia de la víctima ni la de él. Ahora reflexiona sobre cómo pudo evitarla, convencido de que un hombre nunca debe causar daño a una mujer.
Ya en la prisión se preocupó por buscar de Dios. Se ocupa de cuidar la jardinería y participa en talleres educativos que lo conduzcan a una regeneración social, buscando conseguir el perdón de los humanos para poder ser aceptado en la sociedad, una vez recobre su libertad, pues cree que ya lo recibió de Dios, porque “entregué mi vida a Jesucristo”.
Pareciera que vive una vida normal, si no fuera porque todo transcurre detrás de las rejas, donde pocas veces recibe la visita de sus familiares.
“Quien está preso no soy yo, es mi madre”, afirma, pues sostiene que ese hecho le ha provocado un gran sufrimiento a su progenitora, quien no puede ir a verlo cuando quiera, por la edad, y la distancia que los separa.
“Mi mamá ha sufrido”, insiste, con lo cual quiere poner en evidencia que los feminicidios no solo llevan luto y dolor a las familias de las víctimas, sino también pesar a la de los acusados. La víctima concluía el bachillerato y realizaba cursos técnicos que él le costeaba, porque ella no trabajaba.
Agustín, de 50 años de edad, solo ha cursado el octavo grado. Se desempeñaba como pintor, mecánico y taxista cuando se produjo el hecho que le hizo perder la oportunidad de ganarse un buen dinero como pintor, según contó.
Con la pérdida de su libertad, también quedó eximido de compartir con su madre, de 77 años, y con su hija que procreó con una anterior pareja, quien le ha dado un nieto al que no ha podido mimar.
“Realmente la familia es la que sufre, los hijos, los nietos, porque como uno no está, no puede hacer cosas que uno hace por la familia”, lamenta.
Reconoce que ha perdido muchas cosas valiosas, pero que al mismo tiempo ha recibido una gran enseñanza y lección.
Las visitas de su madre e hija no son tan frecuentes, pues viven en Altamira, de Puerto Plata. Además, dice que tampoco ha querido darles mucho tormento, para no constituirse en una carga. Por eso, cuando comenzó a ser llevado a los tribunales, les dijo que no tenían que asistir a las audiencias.
Quería evitar cualquier inconveniente después que terminara el juicio. “Cuando concluye el juicio a mí me montan en el vehículo para llevarme a la cárcel, pero uno no sabe qué puede pasar fuera del tribunal cuando mi familia se queda”, comenta.
Ahora piensa que quizá fue una estupidez de su parte, porque cree que a los jueces les gusta ver a la familia de los imputados.
“He ido solo a las audiencias para yo asumir mi responsabilidad”, cuenta, queriendo mostrar fortaleza para enfrentar su crimen.
Al otro día de llegar a la cárcel asistió a la iglesia evangélica, en la que comenzó a congregarse unos días después. “Desde entonces le he entregado mi vida a Jesucristo, esa es la parte buena que me ha pasado, porque ahora he entendido muchas cosas, creo que Dios me está preparando para cuando yo salga a la calle a integrarme a la sociedad”, sostiene.
Aprendizaje
En el Centro de Corrección y Rehabilitación de Najayo, Agustín tuvo la oportunidad de participar en el curso sobre masculinidad sin violencia que se imparte allí con el propósito de que el hombre controle la conducta agresiva y mejore el trato hacia su pareja.
Luego de recibir esas enseñanzas, entiende que hay que expresar los sentimientos, no esperar que la persona esté enferma o esté muriendo para decirle: “te quiero”, “te amo”.
Dice que pide a Dios todas las noches “que meta sus manos en los hogares, para que liberte a los hombres de los feminicidios”.
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LA MUJER MUERTA Y ÉL CUENTA VERSIÓN
Al igual que muchos otros reos por feminicidio, Agustín no admite que haya tenido intención de terminar con la vida de su pareja y busca las causas en la influencia de una amiga de su mujer.
Ante la falta de la versión de la mujer que mató, alega que se trató de un instinto de supervivencia, pues supuestamente ella buscó un cuchillo y se lanzó sobre él, propinándole heridas en varias partes del cuerpo, y muestra cicatrices. Agrega que buscando protegerse, se “fajó” con ella, le quitó el cuchillo, con el cual le causó las heridas mortales.
“Yo no creía que aquello había pasado. Ese fue el momento más difícil de mi vida”, relata.
Según cuenta, perdió la fuerza y el conocimiento, lo llevaron al hospital Ney Arias Lora un jueves y despertó el sábado a las cuatro de la tarde, cuando vio el reporte del forense que decía que le había provocado una herida mortal.
Comenta que cuando ocurrió el hecho, tenían 20 días separados y que aquel día, ella retornó a la casa a recoger sus vestimentas para una separación definitiva. Y que accediendo a una propuesta de él, tuvieron relaciones sexuales, por lo que él pensó que podía haber una reconciliación.
Sin embargo, conforme a su versión de este hecho, cuando ya ella se iba a despedir, cogió para la cocina, tomó un cuchillo y se lanzó sobre él.
Insiste en mostrar varias cicatrices de puñaladas que alegadamente le propinó su pareja.
“En ese momento uno lo que piensa es en la supervivencia, quitarse la persona de encima... Yo le tiré unas cuantas puñaladas con el mismo cuchillo que le había quitado... después yo vi el reporte del forense que hubo una herida mortal que le llegó al corazón”, contó.
Esto lo atribuye a la influencia de una amiga, pero no entró en detalles sobre la especie.
En Najayo están recluidos 46 hombres por feminicidiosEn
el 2011, cuando ocurrió el hecho por el cual guarda prisión Daniel
Agustín, ocurrieron en el país 128 feminicidios. Ese año constituyó uno
de los períodos de más homicidios de mujeres por parte de sus parejas o
exparejas, solo superado en el 2008, cuando hubo 131.
En
Najayo, donde está recluido Daniel Agustín, también guardan prisión por
feminicidio otros 45 hombres, de acuerdo con los datos suministrados
por el director del Centro, Adolfo Serrata. En ese centro penitenciario,
correspondiente al nuevo modelo de gestión que se implementa en el
país, cumplen condena por diversos delitos, 1,841, según un informe de
la Dirección de Prisiones hasta este mes. En los primeros tres meses de
este año, la Procuraduría General de la República reportó 23 asesinatos
de mujeres por parte de sus maridos o exparejas.
Desde
el 2005 hasta la fecha las estadísticas recogen un total de 934
feminicidios, notándose una disminución a partir del año 2011. En 2013
fue el año que se registró el menor número de feminicidios, con un total
de 74, marcando una significativa reducción con relación al 2012,
cuando se reportaron un total de 103. A su vez, ese año también hubo una
disminución con relación al 2011, cuando se registraron 128.
En
los 18 centros de corrección y rehabilitación del nuevo modelo
penitenciario guardan prisión 246 hombres por feminicidio, conforme a
estadísticas suministradas a través de la Oficina de Libre Acceso a la
Información Pública de la Procuraduría. En esos centros están internos
8,759 hombres.
No fue posible obtener el número de
condenados por feminicidios recluidos en las 19 cárceles del sistema
tradicional, donde están presos más de 16,500, hombres, de los cuales
8,220 guardan prisión en La Victoria.
En la Dirección
de Prisiones se informó que no llevan un registro de esos expedientes,
porque el Código Penal no contempla el delito de feminicidio, sino el
de homicidio en sentido general.
Por esa misma razón
tampoco fue posible conseguir el número de sentencias de los tribunales
sobre ese tipo de casos, porque la SCJ incluye los expedientes de
feminicidios en las estadísticas generales de homicidios. La Cámara de
Diputados aprobó una modificación del Código Penal, que contempla la
inclusión del delito de feminicidio en esa legislación, estableciendo
para ello una pena máxima de 40 años de prisión.
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