Su único hijo voltea la cara cuando lo ve y
nunca le ha hablado; aquellas personas que conocía le retiraron su
amistad. Solo trabajando la tierra en el campo donde nació ha podido
garantizarle su sustento.
Y es que haber cumplido una condena de 20 años en la cárcel por haber asesinado a su compañera no fue suficiente para purgar las consecuencias de un acto que cometió a la edad de 24 años, cuando el término feminicidio tenía poca referencia en la convivencia social.
Hoy, siete años después de haber cumplido condena y estar tratando de reinsertarse en la sociedad, cada vez que escucha la palabra “feminicidio” le hace forzosamente rememorar aquel 22 de mayo de 1987, hace exactamente 27 años.
Pese al tiempo ya transcurrido, este hombre, de 51 años, aún siente no estar preparado para que se conozca su nombre, pero, tras leer los testimonios de feminicidas publicados por este diario se mostró colaborador al contar su historia, para que la sociedad conozca las secuelas permanentes que deja un hecho de esa naturaleza.
Dice que lo que más le duele es el rencor que percibe de su hijo, quien tenía tres años cuando ocurrrio la tragedia. “Nunca he tenido valor para pedirle perdón por haberle quitado a su madre, porque sé que no me lo merezco”, dijo, con voz quejumbrosa.
Aunque lleva casi siete años en libertad, se le hizo difícil lograr que la gente que lo conocía le hablara. “Pasó mucho tiempo para lograrlo y solo algunos de mis familiares me han permitido acercarme”.
Sobre la familia de la que fuera su esposa, revela que nunca le ha perdonado y que, incluso, algunos amenazan con matarlo, una situación que le hace vivir con mucho temor.
Cuando camina por las calles siente que todo el mundo lo mira y lo juzga. “Voy a la iglesia y siempre pido perdón, pero sé que el día que me muera es que voy a salir de este infierno en el que uno se mete cuando le quita la vida a alguien, y más si es a la mujer de uno, y por disparate”.
Refiere que aunque salió de la cárcel, para él es como si viviera en la prisión, porque su único hijo no quiere saber de él. Esto dice entenderlo, indicando que habría hecho lo mismo si alguien le mata a su madre.
Recuerda que fue una hora des- pués de haber cometido el hecho cuando se dio cuenta de lo que hizo. “Me sentí un monstruo y me fui para donde mi papá, porque yo era muy muchacho y tenía miedo. Mi papá me llevó a la policía”, relata.
“Es un infierno muchacha lo que se vive”, indica, hablando con esta redactora. “Ya ni lloro porque ‘toy seco. Me casé de nuevo con esta mujer que tengo ahora, a quien le agradezco que me haya hecho caso y me tenga confianza”, explica.
“Leí mucho en la cárcel; me dediqué a enseñar a leer a los que no sabían. El consejo que les doy a los hombres es que valoren a sus compañeras, que si no las quieren o no se entienden que se dejen, pero que no cometan un crimen, porque no es solo a la mujer que uno mata, es uno mismo que se mata y, peor aún, porque sigue respirando”.
Su esposa
Tiene tres años conviviendo con su actual pareja, quien confiesa no tener miedo de vivir a su lado o sufrir la misma consecuencia, porque la trata muy bien y entiende que la gente tiene derecho a cambiar.
“Yo sé lo que él ha estado viviendo, y eso no le va a permitir cometer otro delito para vivir otro infierno”, dice, confiada.
“Tenemos tres años juntos y nunca me ha hablado duro; oramos todas las noches y lo único que él le pide a Dios es que le quite ese peso a su hijo, ese rencor, porque no quiere que su hijo tenga ese pecado”. Indica que su familia no lo aceptaba, pero al ver que la trata bien, han empezado a aceptarlo y dejar que se integre.
(+)
“ME CRIÉ SIN VER NI A MI PADRE NI A MI MADRE”
“No me gusta hablar de eso”, dice, en voz baja, su hijo, hoy una persona adulta y con categoría de profesional. Dice que tenía tres años cuando su papá mató a su mamá y que cuando preguntaba por ella nunca se le dijo nada.
“Me críe sin nunca ver a mi papá ni a mi mamá, pero después de grande empecé a notar mucho odio en la familia de mi mamá; entonces pregunté y me lo dijeron, y a ese hombre no lo quiero ver nunca en mi vida”, declaró. Dice que voltearía la cara si llegara a verlo.
“Tengo mi esposa y mis hijas y nunca les he puesto un dedo encima para que no sientan lo que yo he sentido; la familia de mi mamá me ayudó a hacer una carrera y vivo bien, pero me duele”, expone. A seguidas, entra en llanto y no habla más.
Y es que haber cumplido una condena de 20 años en la cárcel por haber asesinado a su compañera no fue suficiente para purgar las consecuencias de un acto que cometió a la edad de 24 años, cuando el término feminicidio tenía poca referencia en la convivencia social.
Hoy, siete años después de haber cumplido condena y estar tratando de reinsertarse en la sociedad, cada vez que escucha la palabra “feminicidio” le hace forzosamente rememorar aquel 22 de mayo de 1987, hace exactamente 27 años.
Pese al tiempo ya transcurrido, este hombre, de 51 años, aún siente no estar preparado para que se conozca su nombre, pero, tras leer los testimonios de feminicidas publicados por este diario se mostró colaborador al contar su historia, para que la sociedad conozca las secuelas permanentes que deja un hecho de esa naturaleza.
Dice que lo que más le duele es el rencor que percibe de su hijo, quien tenía tres años cuando ocurrrio la tragedia. “Nunca he tenido valor para pedirle perdón por haberle quitado a su madre, porque sé que no me lo merezco”, dijo, con voz quejumbrosa.
Aunque lleva casi siete años en libertad, se le hizo difícil lograr que la gente que lo conocía le hablara. “Pasó mucho tiempo para lograrlo y solo algunos de mis familiares me han permitido acercarme”.
Sobre la familia de la que fuera su esposa, revela que nunca le ha perdonado y que, incluso, algunos amenazan con matarlo, una situación que le hace vivir con mucho temor.
Cuando camina por las calles siente que todo el mundo lo mira y lo juzga. “Voy a la iglesia y siempre pido perdón, pero sé que el día que me muera es que voy a salir de este infierno en el que uno se mete cuando le quita la vida a alguien, y más si es a la mujer de uno, y por disparate”.
Refiere que aunque salió de la cárcel, para él es como si viviera en la prisión, porque su único hijo no quiere saber de él. Esto dice entenderlo, indicando que habría hecho lo mismo si alguien le mata a su madre.
Recuerda que fue una hora des- pués de haber cometido el hecho cuando se dio cuenta de lo que hizo. “Me sentí un monstruo y me fui para donde mi papá, porque yo era muy muchacho y tenía miedo. Mi papá me llevó a la policía”, relata.
“Es un infierno muchacha lo que se vive”, indica, hablando con esta redactora. “Ya ni lloro porque ‘toy seco. Me casé de nuevo con esta mujer que tengo ahora, a quien le agradezco que me haya hecho caso y me tenga confianza”, explica.
“Leí mucho en la cárcel; me dediqué a enseñar a leer a los que no sabían. El consejo que les doy a los hombres es que valoren a sus compañeras, que si no las quieren o no se entienden que se dejen, pero que no cometan un crimen, porque no es solo a la mujer que uno mata, es uno mismo que se mata y, peor aún, porque sigue respirando”.
Su esposa
Tiene tres años conviviendo con su actual pareja, quien confiesa no tener miedo de vivir a su lado o sufrir la misma consecuencia, porque la trata muy bien y entiende que la gente tiene derecho a cambiar.
“Yo sé lo que él ha estado viviendo, y eso no le va a permitir cometer otro delito para vivir otro infierno”, dice, confiada.
“Tenemos tres años juntos y nunca me ha hablado duro; oramos todas las noches y lo único que él le pide a Dios es que le quite ese peso a su hijo, ese rencor, porque no quiere que su hijo tenga ese pecado”. Indica que su familia no lo aceptaba, pero al ver que la trata bien, han empezado a aceptarlo y dejar que se integre.
(+)
“ME CRIÉ SIN VER NI A MI PADRE NI A MI MADRE”
“No me gusta hablar de eso”, dice, en voz baja, su hijo, hoy una persona adulta y con categoría de profesional. Dice que tenía tres años cuando su papá mató a su mamá y que cuando preguntaba por ella nunca se le dijo nada.
“Me críe sin nunca ver a mi papá ni a mi mamá, pero después de grande empecé a notar mucho odio en la familia de mi mamá; entonces pregunté y me lo dijeron, y a ese hombre no lo quiero ver nunca en mi vida”, declaró. Dice que voltearía la cara si llegara a verlo.
“Tengo mi esposa y mis hijas y nunca les he puesto un dedo encima para que no sientan lo que yo he sentido; la familia de mi mamá me ayudó a hacer una carrera y vivo bien, pero me duele”, expone. A seguidas, entra en llanto y no habla más.
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