Ese pueblo ha llamado la atención de las autoridades municipales y las del Gobierno central para que remedien este estado de cosas, y lo han hecho de una manera civilizada y no recurriendo al ojo por ojo y diente por diente para enfrentar la oleada de crímenes, robos y asaltos que disemina sangre y miedo colectivo.
Durante la marcha, el síndico de Bonao dijo que allí se necesitan más agentes y unidades motorizadas de la Policía para el patrullaje y la prevención del delito, así como una actitud más firme de los jueces para castigar estos desafueros.
Los recientes hechos de sangre que se han registrado en esa ciudad han sido notoriamente horripilantes. En un caso, a un joven lo decapitaron y lanzaron su cabeza en una letrina y a otros tantos los han baleado mortalmente cuando se dirigen a sus casas o sus trabajos en motores, que a la vez son sustraídos junto a otras pertenencias.
Ha crecido por tanto la indignación de un pueblo que ve como se incrementan los delitos y la impunidad, como los criminales y bandoleros han sumido en el terror y en el miedo a los ciudadanos y como el estilo de vida ha cambiado por este estado de inseguridad.
Es casi el mismo panorama en otras partes del país. En algunos casos, los ciudadanos han tenido que olvidarse de la justicia y acometer la persecución, retaliación y a veces la exterminación de los criminales, porque ya no soportan mas estos abusos y atentados contra la paz y la integridad de las gentes.
El ejemplo de Bonao es un aliciente para que todo el país, harto de la delincuencia, se levante con una sola voz, pero pacíficamente, para presentar batalla firme contra este fenómeno tan nocivo y perverso que nos arropa.
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