domingo, 3 de octubre de 2010

El grafitti: entre el arte y la violencia urbana.

Adriana Tobón/Especial para EDLP

Nueva York — Si bien es claro que no se debe coartar la libre expresión y que en algunos casos la forma de expresarse es artística, no siempre se acepta que todos los grafittis califiquen como una manifestación de arte y cultura urbana y que cualquier muro esté a disposición de los grafiteros.

Puede ser que algunas frases de la pared generen reflexión, que muchas caricaturas estén muy bien logradas, que en ciertos espacios no incomoden, pero muchos grafittis también son una muestra de resentimiento, rabia y violencia, tensión social en lugar de una explosión de color agradable para el espectador.

Conviven en el mismo muro un dragón con sus fauces abiertas arrojando fuego, una palabra obscena o un letrero de denuncia social, un arma de fuego y un cruz esvástica pintada por algún skinhead ... combinación visual que dista de generar una sensación grata y placentera y una experiencia estética para el habitante de la ciudad. No todo graffiti es una obra de arte, ni toda pared puede ser intervenida por un grafitero.

En Sao Paulo, por ejemplo, la cantidad de graffitis hacen ver la ciudad sórdida y peligrosa, son obra de "artistas" que al parecer tienen la capacidad de volar pues sus trabajos llegan a los más altos pisos de los edificios y a la parte superior de los puentes vehiculares. En Caracas, se observan las quintas firmadas de manera grotesca y mensajes en contra y a favor del gobierno, en Bogotá han invadido las paredes de la carrera 30 que quedaron expuestas con las obras del Transmilenio, en New York se reconoce como una corriente artística que tuvo entre sus principales exponentes a Basquiat y en México tiene un aval del gobierno que le permite a los grafiteros trabajar sobre edificios sus murales.

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