jueves, 21 de octubre de 2010

Gobernador que no le teme a la mafia.

Gardenia Mendoza Aguilar/La Opinion

MÉXICO — El gobernador de Chihuahua, César Duarte, atravesó a solas los pasillos de la Cámara de Diputados, sin escoltas ni asesores, y sorprendió en la sala de redacción: algunos reporteros se llevaron la mano a la boca; otros saltaron y le fueron a abrazos, golpecitos en la espalda y beso en la mejilla.

- ¿Por qué se nos fue, no ve que allá matan?- le dijo una reportera en tono familiar como para recordar al ex presidente de la Cámara Baja en la LX Legislatura (2006-2009) que ya no es congresista y ahora en su estado se juega la vida.

- Acá estoy, acá estoy- respondió paternalmente Duarte, quien desde el pasado 4 de octubre gobierna la entidad más peligrosa del país con un promedio diario de 10 asesinatos relacionados al narcotráfico que suman más de 7,500 ejecuciones desde diciembre de 2006; entre ellas, la de cinco alcaldes y un centenar de policías.

Pero el político echa para adelante. Sonríe y vuelve con los suyos: un puñado de líderes agrarios, presidentes municipales y el gabinete que viajaron con él para pedir más dinero para el 2011: 628 millones de pesos más para seguridad (unos 52 millones de dólares) y otro tanto para proyectos productivos.

Luego, en entrevista con La Opinión, afirma que no tiene miedo por todos los riesgos a los que están expuestos sus paisanos: tiros de gracia, secuestros, extorsiones, decapitaciones; a ver su casa arder como una hoguera…

La seguridad de su antecesor, José Reyes Baeza fue vulnerada en dos ocasiones: el 23 de febrero de 2009 un comando armando interceptó al convoy de guardaespaldas y uno de ellos, Alejandro Chaparro, perdió la vida; luego, en el mes de septiembre pasado, otro guardia recibió siete disparos a manos de sicarios que lo dejaron incapacitado.

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