Caballero, provincia Sánchez Ramírez. Eran los años ‘40 cuando la comunidad del paraje La Búcara, de esta localidad, construyó con su esfuerzo un pequeño local de tablas de palma y techo de zinc para albergar la escuela El Yujo. Sesenta años después, aunque jamás se lo habrían imaginado, tienen el mismo recinto.
El centro, que tiene dos “aulas” divididas por pedazos de cartón, recibe a 33 estudiantes de esta comunidad rural que estudian el nivel básico en la modalidad de multigrado (varios cursos en un aula).
Hace unas semanas, la escuela contaba con otra aula en iguales condiciones, pero sucumbió ante los fuertes vientos y brisas.
El director, Pablo Marte Espinal, explicó que los estudiantes de la zona recorren largas distancias para educarse (la escuela está ubicada a dos kilómetros de un desvío de la vía principal), por lo que dijo se siente comprometido a darles educación de calidad.
Sin embargo, observó que todas las condiciones están dadas para que los muchachos dejen su educación, ya que se exponen a los peligros de su escuela.
En ese orden, señaló que las precarias condiciones en que se imparten las clases impiden atender a la demanda, por lo que muchos niños se trasladan a otras comunidades o se quedan fuera de las aulas.
Con la timidez que les caracteriza, los niños también expresaron su deseo de acudir a una escuela “normal”, en la que no se suspendan las clases con cada lluvia o viento fuerte.
Condiciones inhumanas. Cada mañana, cuando dejan a sus hijos en la puerta de la escuela, a los padres les aqueja una “penita” por la preocupación de que el techo se les caiga encima.
Así lo atestigua Flérida Acevedo, presidenta de la Sociedad de Padres y Amigos de la escuela, quien aseguró que son “inhumanas” las condiciones en que estudian sus hijos.
“No se por qué no se nos atiende, nosotros somos ciudadanos que pagamos impuestos al igual que todos los demás”, se quejó la Acevedo, quien dijo que por más de 20 años la comunidad ha solicitado la construcción de una escuela.
A la precariedad física de la escuela se agrega la falta de baños, área administrativa, un patio en buen estado para el recreo e instalaciones eléctricas, entre otras demandas.
Una esperanza. Cuando el estudiante de tercer grado Abel Durán Batista tuvo la oportunidad de acercarse al ministro de Educación, Melanio Paredes, y entregarle una carta con su solicitud de un nuevo plantel, la comunidad creyó que su plegaria sería escuchada.
El niño, que integraba una delegación que viajó a esta capital, recibió una respuesta positiva del funcionario e incluso una promesa de que en tres meses se iniciaría el levantamiento del nuevo recinto escolar.
Empero, la comunidad educativa aín espera que se inicien los trabajos, que aseguran impactarían a la economía y calidad de vida en la zona.
Las claves
1. Tienen terrenos
En su esfuerzo por mejorar las condiciones de la escuela de la comunidad, sus moradores adquirieron un terreno de unas tres tareas de extensión en el cual esperan se construya el nuevo recinto.
2. Sólo toman medidas
Durante los 20 años en que la comunidad ha gestionado el local, ha recibido visitas de representantes de las autoridades educativas, que toman medidas de la zona, para iniciar la construcción.
3. Un ambiente ideal
La riqueza natural y el verdor que caracteriza al entorno de esta comunidad rural y que se presta para el uso de innovadoras técnicas educativas contrasta con la pobreza que exhibe su escuela.
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