La monja golfista
Una monja entró en el despacho de la madre superiora y se sentó en una silla, frente a su escritorio. Sin pronunciar palabra alguna, mostraba gran desencanto y frustración.
-¿Qué es lo que tanto te molesta, hermana? -preguntó la superiora-. Creía que hoy ibas a pasar el día con tu familia.
-Así fue -contestó la hermana-. Fui a jugar al golf con mi hermano. Tratamos de jugar todo lo que podemos, usted sabe que fui una golfista bastante buena antes de dedicar mi vida a servir al Señor.
-Por supuesto que lo recuerdo. Pero presiento que tu día de descanso no resultó muy divertido.
-En absoluto, madre. De hecho quiero que sepa que hoy usé el nombre del Señor en vano.
-¡Jesús mil veces, hermana! Cuéntamelo todo.
-Bueno, estábamos en la salida del cinco. Ese hoyo es montruoso, madre: 540 yardas, par 5, con un detestable bunker a la izquierda y un green muy escondido. Pegué el drive de mi vida, lo bordé. Fue el swing más cadencioso que jamás haya hecho. La bola volaba exactamente en la línea que quería cuando, de repente, le pegó a un pájaro en pleno vuelo.
-¡Válgame el Bendito! -dijo la madre, conmovida-. Pero estoy segura que eso no te hizo maldecir, ¿verdad, hermana?
-No. Eso no fue, madre. Mientras intentaba entender lo ocurrido, una ardilla salió disparada de entre los árboles, tomó mi pelota y corrió por medio de la calle.
-Eso sí me habría hecho maldecir -confesó la superiora-.
-Pues no lo hice, madre. ¡Me sentí tan orgullosa de mí misma! Mientras pensaba que esto bien podía ser una señal de Dios, un halcón apareció de entre las nubes, atrapó a la ardilla y salió volando con mi bola aún entre sus patas.
-¡Seguro que ahí fue cuando maldijiste!
-No, ahí tampoco fue -contestó la hermana, angustiada-. Porque, mientras el halcón volaba y desaparecía de mi vista, la ardilla luchaba por su vida, hasta que el halcón la soltó exactamente encima del green. La bola salió de sus patas y rodó hasta quedar a 20 centímetros del hoyo.
La madre superiora se acomodó en su silla, cruzó sus brazos, miró a la hermana con un gesto de incredulidad y dijo:
-¡La madre que te parió! ¡Fallaste el puto putt!...Fuente:elblogdelbuenhumor.com
martes, 23 de febrero de 2010
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