Hato Mayor/Elnuevodiario.- Durmiendo en una destartalada
cama, con cuatro blocks de soporte, las goteras cayéndole encima y sin
baño, vive sus 111 años, Paula Caraballo, quien pidió ayuda al gobierno y
aún no van en su auxilio en la comunidad de El 15, carretera Hato
Mayor-Sabana de la Mar.
“Que venga la gente del gobierno o cualquier
samaritano de noble corazón a cambiarme esta cama, que no tiene patas,
solo cuatro blocks la soportan; estoy terminando de vivir mis años como
una pordiosera, por no poder valerme, mis hijos lo han dado todo, pero
son tan pobres como yo”, dijo entre sollozos y las lágrimas corriendo
por sus mejillas, la atribulada mujer.
En la casa no hay sillas para sentarse, por lo que
sus hijas tienen que esquinarse a los borde de la cama o sentarse en el
suelo para ingerir los alimentos y descansar.
Denunció que pidió una ayuda, pero que la gente de
Comunidad Digna se presentó con seis planchas de zinc, cuatro plafones y
un chin de cemento y abandonaron los trabajos y que ahora llueve
adentro y escampa afuera en su humilde hogar.
A su 111 años habla con una fluidez asombrosa y
aunque casi no camina, tiene el arrojo de decir: “esa gente del gobierno
vino a mi casa a empeorarme la situación, porque le pusieron unos
cuantos block al baño, pero no le pusieron sentaderas y ahora tengo que
defecar en una ponchera o bacinilla e ir a un baño ajeno a
depositarla”.
A la longeva mujer, de 6.8 pies de estatura casi
se le acaba la vida, pero insiste que no quiere morir rodeada de pobreza
y en una cama sin patas.
La edad ha ido disecando su piel y su cabello de
negro ya pasó a color nieve con brillo y la visión ya casi no le ayuda a
realizar las actividades cotidianas en su humilde hogar.
Doña Paula nació cuando la cédula de identidad era
un papel blanco, con su nombre, los apellidos, el escudo dominicano y
el paraje donde vivía la persona.
Llegó a Hato Mayor procedente de Bayaguana en
1930, durante el régimen de Rafael Leonidas Trujillo con su esposo
Bonifacio Aquino (fallecido), con quien procreó ocho hijos, siete aún
con vida: Reina, Alipio, Domingo, Amado, Melania, Calazán, Juana
(fallecida) y Norys Aquino Caraballo,
todos superan los 60 años de edad.
Asegura que llegó a esa edad porque se crio comiendo muchos plátanos con carne y bacalao asado.
“Pero mira, ahora estoy comiendo pajita que mis
hijos pobremente me pueden dar”, sostiene la anciana, que no deja de
mover sus piernas cuando gesticula la boca para hablar.
Llegó a laborar la tierra junto a su esposo, llegando a sembrar cacao, café y rubros agrícolas, para criar y educar a sus hijos.
La pobreza es visible en el “hogar” donde vive
Paula, donde se puede observar que los trastes del hogar son enganchados
en rendijas de las maderas de tablas de palma que cubre su humilde
casita, carente además de estufa, vitrina, piso en buena condición y un
baño donde realizar sus necesidades fisiológicas.
Insiste en que “No quiero irme de este mundo
durmiendo en esta fea cama, con blocks como patas y las rendijas que
adornan mi habitación”.
Piensa que la luz que penetra por las rendijas durante la noche ha afectado su visión
La mujer más vieja de Hato Mayor es cuidada por su
hija María Aquino Caraballo, que cuenta con 75 años de edad, la que
tampoco puede trabajar para ayudar económicamente a su madre.
Aunque el pelo de doña Paula se le ha cubierto de
nieves, se puede colegir que era un pelo lacio, con lo cual ella misma
dice, “me conquisté a mi esposo, con este pelo, que hoy es blanquecino”.
Cuando Paula nació, en los campos dominicanos, se cocinaba con manteca de cerdo y del extraído de la copra de coco.
A su edad, sigue siendo útil, ya que es requerida
por alcaldes pedáneos para gestionar ante la oficialía civil, actas de
nacimientos tardías a personas de la comunidad.
Las paredes de la sala de la casa son la vitrina,
donde se pueden apreciar platos, jarras y cantimploras para tomar agua,
mientras que tres piedras en un fogón, dentro de la cocina, sirven para
cocer los alimentos y preparar las tisanas campesinas, en base a hojas
de Yanten, Limoncillo, Tedenque y Ozúa.
El agua de coser los alimentos es almacenada en
tanques viejos y se cocina con leña seca o charamico de naranja, que
buscan en los campos de china del Consorcio Citrícola del Este, porque
no hay estufa.
Los hijos y los esposos de las hijas viven de conuquismo y de echar días como jornaleros.
Autor: Manuel A. Vega
No hay comentarios:
Publicar un comentario