La Habana/AP. - Cuando el gobierno de
Barack Obama levantó muchas restricciones a los viajes a Cuba se pensó
que una gran cantidad de estadounidenses invadirían la isla al amparo de
intercambios culturales.
Pero mientras que quienes apoyaban las medidas pensaron que fomentaran un mayor entendimiento entre dos viejos rivales de la Guerra Fría,
otros afirmaron que se estaba abriendo las puertas para que numerosos
estadounidenses sedientos de ron y playa gastasen sus dólares en la isla
y beneficiasen a su gobierno comunista. Y se movilizaron para
impedirlo.
Esos sectores parecen haberse apuntado una victoria.
Varias agencias de
viajes se quejan de que, un año después de que entraron en vigor las
medidas de Obama, les cuesta mucho renovar sus licencias, se ven
obligados a cancelar viajes, a despedir gente y pierden millones de
dólares en ingresos no devengados.
Algunos agentes dicen que eso se debe al acuerdo de la Casa Blanca con el senador de ascendencia cubana Marco Rubio, algo que la oficina del legislador admite con orgullo.
El 10 de mayo
entraron en vigor medidas que obligan a las agencias a justificar sus
itinerarios y dar abundantes detalles de las visitas ya organizadas.
"Básicamente
tenemos que justificar que cada minuto de cada día constituye un
contacto de persona a persona", que es el único tipo de contacto
permitido por las leyes actuales, expresó David Harvell, del Centro de Estudios Cubanos con
sede en Nueva York. Dijo que la solicitud de renovación de su
organización, que todavía no ha sido completada, tiene varios cientos de
páginas y que las trabas burocráticas los obligaron a suspender seis
viajes que tenían programados.
El tema de fondo es la naturaleza de las visitas que permite la ley.
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