NUEVA YORK/Elnuevodiario/Autor: Miguel Cruz Tejada._ Rotos por el dolor y armados de
coraje, los dominicanos Ramón Rosario y Juan González, esposos de María
(Nelly) Núñez y María (Fina) González, perecieron en el accidente del
domingo pasado en El Bronx, quisieron ver por sí mismos, el último
destino de sus amadas. Los dos hombres, cabizbajos y con la angustia
marcada en sus rostros, especialmente en el momento en que se preparaban
los funerales de sus compañeras sentimentales, llegaron hasta la rampa
de la autopista Bronx River Parkway para conocer el área, donde sus
esposas, tres niñas, hijas de las parejas y los abuelos de las mismas,
cayeron para no levantarse nunca jamás.
Inconsolables, dijeron que ambas familias están
destruidas. “Hemos perdido tres generaciones”, señaló González con una
sombría expresión en su rostro. “Quisimos ver cómo perdieron sus vidas y
también lo que la ciudad está haciendo para la protección de la
carretera que no es segura”.
Después de estacionar sus vehículos en los que
además iban otros siete parientes de las víctimas, los esposos
dominicanos, se apoyaron en la baranda de la autopista por la que
sobrevoló la van Honda Pilot 2004 que conducía “Fina”.
Se inclinaron en la carretera, chequearon las
marcas de los neumáticos y en el borde de concreto armado de dos pies de
altura, punto que marcó las muertes de los siete dominicanos.
Miraron hacia abajo, por encima de la barrera y
sus miradas fijas, volaron hacia el pavimento, donde el vehículo se
estrelló. Muchos de los conductores que transitaban en ese momento,
reducían la velocidad y voceaban expresiones de condolencias y
solidaridad con los dos dominicanos. Sus mujeres eran hermanas.
Patrulleros estatales que recorrían zonas de la
autopista, también mostraron sus respetos, pero aconsejaron a la familia
abandonar la carretera por razones de seguridad.
Recordaron que el hijo mayor de González, Jeury,
se salvó porque no abordó el vehiculo conducido por su mamá para ir a la
celebración, como tenía previsto
La madre llevaba al muchacho de 12 años todos los
días a las prácticas de béisbol, pero el domingo de la semana pasada,
día de la tragedia, lo dejó para llevar a los demás a la fiesta.
“No estaba listo y ya no había tiempo para que
ellos me esperaran”, dijo Jeury, tratando de contener el visible llanto.
Relató que después del accidente, fueron a buscarlo al terreno donde
practica béisbol y de allí al hospital Jacobi, donde los cadáveres de su
mamá y hermana habían sido trasladados.
Jazlyn, la hermana de Jeury, era quien iba a tomar
la primera comunión y la familia a cargo de los funerales anunció que
será enterrada este viernes con vestido blanco que se pondría para el
solemne momento.
Era estudiante de cuarto grado en la escuela de la
iglesia Saint Raymond, donde haría la primera comunión y uno de sus
profesores la calificó como excelente estudiante, buena bailarina y muy
dulce.
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