Miles de haitianos o de ascendencia haitiana han
huido las últimas semanas de República Dominicana, aunque muchos de
ellos no han ido muy lejos.
Elissene Jean Louis y su familia se establecieron en unas casuchas improvisadas, construidas con sábanas, ramas de árboles, cartón o cualquier material que encuentren a la mano cerca de la ciudad dominicana de Pedernales, del lado de la frontera haitiana.
Este campamento de migrantes desplazados, en franco crecimiento, carece de agua, electricidad y otros servicios esenciales, y se está empezando a parecer a los miserables asentamientos que surgieron tras el devastador terremoto que azotó a Haití en enero de 2010, aunque en una proporción mucho menor. Para matar el tiempo, los niños juegan al fútbol en medio de la polvareda mientras que las familias ponen a secar su ropa en los viejos cables y maderas de una desvencijada cerca.
Varios de estos campamentos, establecidos a lo largo de la frontera, comenzaron a crecer después del 17 de junio, fecha límite impuesta por la República Dominicana para que los haitianos o los nacidos en ese país de ascendencia haitiana solicitaran la residencia legal en virtud de un nuevo programa del gobierno que, según dijo, tenía la intención de poner orden a un flujo incontrolado de inmigrantes en la nación.
Más de 288.000 personas solicitaron la residencia y hasta el momento, cerca de 25.000 han recibido sus documentos para quedarse y trabajar allí. Otras 40.000 solicitudes han sido aprobadas.
El gobierno dominicano dice que 66.000 personas se fueron a Haití desde el 17 de junio. Muchos de ellos no pudieron calificar para la residencia al no cumplir con los requisitos establecidos por el gobierno. Otros migrantes desplazados dicen que se han sentido una creciente hostilidad en la República Dominicana.
En varios lugares de la frontera, los migrantes haitianos desplazados se asoman al país al que una vez llamaron hogar entre las rendijas de unas puertas de metal manejadas por los guardias fronterizos dominicanos.
Elissene Jean Louis y su familia se establecieron en unas casuchas improvisadas, construidas con sábanas, ramas de árboles, cartón o cualquier material que encuentren a la mano cerca de la ciudad dominicana de Pedernales, del lado de la frontera haitiana.
Este campamento de migrantes desplazados, en franco crecimiento, carece de agua, electricidad y otros servicios esenciales, y se está empezando a parecer a los miserables asentamientos que surgieron tras el devastador terremoto que azotó a Haití en enero de 2010, aunque en una proporción mucho menor. Para matar el tiempo, los niños juegan al fútbol en medio de la polvareda mientras que las familias ponen a secar su ropa en los viejos cables y maderas de una desvencijada cerca.
Varios de estos campamentos, establecidos a lo largo de la frontera, comenzaron a crecer después del 17 de junio, fecha límite impuesta por la República Dominicana para que los haitianos o los nacidos en ese país de ascendencia haitiana solicitaran la residencia legal en virtud de un nuevo programa del gobierno que, según dijo, tenía la intención de poner orden a un flujo incontrolado de inmigrantes en la nación.
Más de 288.000 personas solicitaron la residencia y hasta el momento, cerca de 25.000 han recibido sus documentos para quedarse y trabajar allí. Otras 40.000 solicitudes han sido aprobadas.
El gobierno dominicano dice que 66.000 personas se fueron a Haití desde el 17 de junio. Muchos de ellos no pudieron calificar para la residencia al no cumplir con los requisitos establecidos por el gobierno. Otros migrantes desplazados dicen que se han sentido una creciente hostilidad en la República Dominicana.
En varios lugares de la frontera, los migrantes haitianos desplazados se asoman al país al que una vez llamaron hogar entre las rendijas de unas puertas de metal manejadas por los guardias fronterizos dominicanos.
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