Cuando llegó, en 1971, se convirtió en uno de los
primeros pescadores en establecerse en el lugar. Durante 44 años, la
pesca en las aguas del Mar Caribe, frente al Malecón de Santo Domingo,
se ha convertido en el sustento de Roberto Cabrera Rosario, y de toda
su familia.
Durante ese tiempo, Cabrera ha visto la transformación de la ciudad con sus torres familiares, hoteles y empresas “progreso” que paradójicamente se ha convertido en uno de los principales problemas de los hombres como él, quienes antes de que salga el sol se adentran en el mar.
Es en El Mar Caribe, y especialmente en la zona de “Guibia”, donde van a parar las aguas cloacales de la ciudad que ha generado ese progreso. La pesca “natural y hasta romántica” de los años 70s, hoy es un oficio de sobrevivencia en un mar cargado de pestilencias, con desechos, basuras y metales descompuestos, que amenazan su salud.
“Primero era militar, luego me puse a trabajar construcción pero me di cuenta que eso me estaba acabando por lo que decidí optar por la pesca. Y desde entonces estoy trabajando aquí lo cual me hace feliz porque aquí no sufro, más bien, disfruto.”
La felicidad de la que habla Rosario se ve interrumpida por un proceso tan natural como lo es la fusión del Río Ozama con el Mar, el cuál trae en su cauce todo tipo de agentes contaminantes.
Su compañero de pesca, Eusebio Tineo Camacho, contó, con impotencia en su rostro, su realidad cada mañana al iniciar la ventura de adentrarse en el mar. “El área de pesca, y todo el litoral del malecón, es objeto de una contaminación desmedida, que causa la muerte de peces como el Agujón, el Machuelo, la Escardina, y Balajú. Los peces confunden los desechos que en ocasiones llegan al mar arrastrados por lluvia y se los comen o quedan atrapados en trozos de botellas plásticas.
Y agregó, mientras mostraba su brazo derecho, que luego de terminar su faena de pesca él y sus compañeros salen del agua con comezón en el cuerpo y otras infecciones. Camacho está consciente de qué les produce esas infecciones y dolencias y describió: “Esa contaminación llega por todas las cloacas que salen de los negocios y zonas residenciales. Otra causa es el río Ozama que trae toda su pestilencia”. Por lo mismo, entiende que la solución es competencia del Estado.
Pero a pesar de todo lo adverso, tanto Rosario como Camacho tienen claro su objetivo: “llevar una alimentación sana a las personas, y que todo el mundo disfrute de lo que el mar tiene para ofrecer”.
Ante la percepción que tienen algunos ciudadanos de que el pescado que se vende en la plaza de los pescadores, ubicada en el malecón, puede afectar a los consumidores, José Infante, encargado de pesca de Codopesca, defendió la práctica al explicar que en este caso la contaminación que pueda imperar en esas aguas podría ser “relativa porque estudios que se han realizado (no especificó cuáles) no han hecho una relación directa entre las aguas y un daño directo al consumo de esos peces”.
Infante aseguró que lo que no deberían hacer las personas es comer el pescado proveniente de allí, crudo (tipo sushi) o tener contacto con el agua, sobre la cual reconoció está contaminada.
La bióloga marina, Jeannette Mateo, recomendó que el pescado sea capturado lo mas lejos de la costa posible para evitar tener un pez contaminado por materia fecal o desechos industriales.
Por su lado, el director de operaciones de la Corporación de Acueductos y Alcantarillados de Santo Domingo (CAASD), Luis Salcedo, reconoció la contaminación de la que es objeto el mar y aseguró que han planeado un proyecto que a largo plazo busca corregir el inconveniente.
La Caasd tiene planteado implementar cuatro emisarios submarinos, lo que significa que dispondrán en el mar de un conducto mediante el cual se bombea el agua residual, después de un tratamiento primario, para conducirla a una distancia de unos 300 o 400 metros y a una profundidad de unos 25 a 30 metros aproximadamente.
Esos emisarios estarían ubicados en la zona de los Frailes, uno en la avenida Alma Mater, también en la Núñez de Cáceres, y otro próximo al peaje, ubicado en la carretera Sánchez. Sin embargo, esto es solamente un proyecto, mientras tanto, los desechos continúan siendo vertidos en los ríos y mares que son usados por pescadores para pescar.
Durante ese tiempo, Cabrera ha visto la transformación de la ciudad con sus torres familiares, hoteles y empresas “progreso” que paradójicamente se ha convertido en uno de los principales problemas de los hombres como él, quienes antes de que salga el sol se adentran en el mar.
Es en El Mar Caribe, y especialmente en la zona de “Guibia”, donde van a parar las aguas cloacales de la ciudad que ha generado ese progreso. La pesca “natural y hasta romántica” de los años 70s, hoy es un oficio de sobrevivencia en un mar cargado de pestilencias, con desechos, basuras y metales descompuestos, que amenazan su salud.
“Primero era militar, luego me puse a trabajar construcción pero me di cuenta que eso me estaba acabando por lo que decidí optar por la pesca. Y desde entonces estoy trabajando aquí lo cual me hace feliz porque aquí no sufro, más bien, disfruto.”
La felicidad de la que habla Rosario se ve interrumpida por un proceso tan natural como lo es la fusión del Río Ozama con el Mar, el cuál trae en su cauce todo tipo de agentes contaminantes.
Su compañero de pesca, Eusebio Tineo Camacho, contó, con impotencia en su rostro, su realidad cada mañana al iniciar la ventura de adentrarse en el mar. “El área de pesca, y todo el litoral del malecón, es objeto de una contaminación desmedida, que causa la muerte de peces como el Agujón, el Machuelo, la Escardina, y Balajú. Los peces confunden los desechos que en ocasiones llegan al mar arrastrados por lluvia y se los comen o quedan atrapados en trozos de botellas plásticas.
Y agregó, mientras mostraba su brazo derecho, que luego de terminar su faena de pesca él y sus compañeros salen del agua con comezón en el cuerpo y otras infecciones. Camacho está consciente de qué les produce esas infecciones y dolencias y describió: “Esa contaminación llega por todas las cloacas que salen de los negocios y zonas residenciales. Otra causa es el río Ozama que trae toda su pestilencia”. Por lo mismo, entiende que la solución es competencia del Estado.
Pero a pesar de todo lo adverso, tanto Rosario como Camacho tienen claro su objetivo: “llevar una alimentación sana a las personas, y que todo el mundo disfrute de lo que el mar tiene para ofrecer”.
Ante la percepción que tienen algunos ciudadanos de que el pescado que se vende en la plaza de los pescadores, ubicada en el malecón, puede afectar a los consumidores, José Infante, encargado de pesca de Codopesca, defendió la práctica al explicar que en este caso la contaminación que pueda imperar en esas aguas podría ser “relativa porque estudios que se han realizado (no especificó cuáles) no han hecho una relación directa entre las aguas y un daño directo al consumo de esos peces”.
Infante aseguró que lo que no deberían hacer las personas es comer el pescado proveniente de allí, crudo (tipo sushi) o tener contacto con el agua, sobre la cual reconoció está contaminada.
La bióloga marina, Jeannette Mateo, recomendó que el pescado sea capturado lo mas lejos de la costa posible para evitar tener un pez contaminado por materia fecal o desechos industriales.
Por su lado, el director de operaciones de la Corporación de Acueductos y Alcantarillados de Santo Domingo (CAASD), Luis Salcedo, reconoció la contaminación de la que es objeto el mar y aseguró que han planeado un proyecto que a largo plazo busca corregir el inconveniente.
La Caasd tiene planteado implementar cuatro emisarios submarinos, lo que significa que dispondrán en el mar de un conducto mediante el cual se bombea el agua residual, después de un tratamiento primario, para conducirla a una distancia de unos 300 o 400 metros y a una profundidad de unos 25 a 30 metros aproximadamente.
Esos emisarios estarían ubicados en la zona de los Frailes, uno en la avenida Alma Mater, también en la Núñez de Cáceres, y otro próximo al peaje, ubicado en la carretera Sánchez. Sin embargo, esto es solamente un proyecto, mientras tanto, los desechos continúan siendo vertidos en los ríos y mares que son usados por pescadores para pescar.
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