Es el deber de un buen curioso saber del origen de todas estas tradiciones. ¿No es así?
A continuación veremos cuándo se iniciaron algunas de estas tradiciones.
Para los celtas, la esencia de los elementos, de las auténticas fuerzas naturales, residía en el bosque y, más concretamente en los calveros, en los que establecían sus santuarios.
La fuerza del druída nacía de su comunicación directa con el bosque y, en especial con el roble, considerado el más fuerte y sagrado de los árboles.
Sobre la tradición del Árbol de Navidad, de origen germano, se cuenta que fue obra, en la primera mitad del siglo VIII, de San Bonifacio —el Apóstol Alemán— que derribó un roble para demostrar a los druidas que el árbol no era sagrado ni inviolable.
En su caída el árbol destrozó todos los arbusto excepto un pequeño abeto, que el santo calificó de árbol del Niño Dios al ocurrir tales hechos durante las navidades.
Fue a partir del siglo XVI que se adornaron los abetos para celebrar la Navidad.
La costumbre de representar el nacimiento de Jesús llegó a España en el siglo XVIII cuando el Rey Carlos III hizo traer esta tradición desde Nápoles. Un siglo después, los belenes habían arraigado con fuerza en toda la península.
Esta representación que suele hacerse en las iglesias y en las casas durante el tiempo navideño debe sus origen a las representaciones litúrgicas del misterio navideño y a la primera escenificación que hizo San Francisco de Asís en Greccio en 1223.
Tras asistir a la celebración de la Navidad en la ciudad de Belén, quedó tan impresionado que, a su regreso a Italia, pidió un permiso al Papa Honorio III para reproducir en vivo el nacimiento de Jesús en una cueva próxima a su pueblo natal, con una imagen en piedra del niño, un buey y un asno y un reducido grupo de aldeanos.
En aquella cueva, San Francisco de Asís celebró la Misa del Gallo de la Nochebuena de aquel año y se dice que durante el oficio la figura del niño Jesús cobró vida, lo que contribuyó a difundir la costumbre.
Hacia finales del siglo XV, los actores que protagonizaban la natividad comenzaron a ser sustituidos por figuras de barro y durante el siglo XVI, los frailes franciscanos llevaron la costumbre a América, volviéndose una actividad obligada durante la navidad en las comunidades cristianas.
A partir de ese momento la iglesia católica promovió en los templos, hogares y sitios públicos, las representaciones del nacimiento del niño Jesús, a fin de que creciera el interés por las fiestas navideñas como una exaltación a Cristo, lo que se consigue gracias a la labor de los franciscanos, de los dominicos y de los jesuitas.
Aunque existían antecedentes de composiciones cantadas por parte de los evangelizadores del siglo V y de cantos religiosos que tuvieron una difusión pareja a los nacimientos de San Francisco de Asís durante el siglo XIII, se puede considerar que el verdadero origen de los villancicos como los conocemos hoy, se remonta a los poemas cortesanos de temática amorosa que a lo largo de los siglos XV y XVI se recreaban en los salones nobles y que más tarde repetía el pueblo llano.
Durante el siglo XVII, los maestros de capilla musicalizaron miles de cancioncillas religiosas y sacralizaron otras para ser cantadas en los maitines de las festividades litúrgicas. Sus letras hablaban en lenguaje popular sobre el misterio de la encarnación y estaban inspirados en la liturgia de la Navidad. Con ellas, los campesinos que no sabían leer podían participar en los festejos navideños y honrar el Nacimiento de Cristo.
Tan grande fue el éxito de estas composiciones que muchas se imprimieron y gozaron de gran difusión, llegando a ser consideradas el sonido de la Navidad. No en vano, hasta hace pocos años —sobre la década de los sesenta—, era habitual durante las fiestas navideñas asistir a escenas callejeras donde niños y jóvenes iban en grupo con panderetas y zambombas cantando villancicos y pidiendo el aguinaldo. Aún hoy, en algunos puntos de Iberoamérica pervive esta costumbre.
La tradición de regalar en estas fechas es presagio de suerte y buena ventura. Y tiene su origen en las strenae romanas, que provenían de un rito augural en honor a la diosa Strenia.
En las calendas de enero —primer día del mes y del año— se celebraban las strenalias, fiestas durante las cuales la gente llevaba ofrendas y regalos a la diosa y hacían sacrificios en su templo ubicado a orillas de un bosque sagrado, en las cercanías de Roma. Todo con la idea de augurar un nuevo año lleno de bendiciones, abundancia y felicidad.
Ya en los inicios, los regalos pasaron a hacerse a los parientes, amigos y conocidos para desearles ventura, a la par que era una buena ocasión para rehacer o reforzar amistades maltrechas u olvidadas. Al principio consistían en ramitas fragantes cortadas de los árboles del bosque sagrado de Strenia y después fueron pequeños regalos: tarritos de miel, frutas secas o vino.
Mucho más tarde vinieros los lotes y cestas navideñas.
Esta costumbre pagana de hacer regalos y dar estrenas (o aguinaldos) se siguió practicando aún cuando la Iglesia católica se convirtió en la religión oficial del imperio romano. Los altos estamentos eclesiásticos fracasaron en su intento por erradicarla, pero consiguieron que los regalos se intercambiaran una semana antes, coincidiendo con la celebración del nacimiento de Jesús.
Nota sabia: Los adornos y bolas que se cuelgan actualmente del árbol fueron creadas en el siglo XVIII por los sopladores de vidrio de Bohemia.
Nota sabia: Según el libro Guiness de los récords, la canción navideña White Christmas (Blanca Navidad) es el tema que más tiempo ha permanecido en cabeza de las listas de éxitos: 72 semanas. Y que todavía hoy, Noche de Paz, la obra creada en la navidad de 1818 por un sacerdote y compositor aficionado de Austria, sigue siendo el villancico más cantado en todo el mundo.
Nota sabia: De las strenae se ha derivado el verbo estrenar, ‘hacer uso por primera vez de algo, representar un espectáculo público por primera vez’ y otros significados similares. Y la expresión dar la estrena, ‘ser el primero en hacer algo’, que alude a la costumbre infantil de pisar los zapatos nuevos o dar un pescozón al que se ha cortado el cabello.
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