Es el deber de un buen curioso saber del origen de todas estas tradiciones. ¿No es así?
A continuación veremos cuándo se iniciaron algunas de estas tradiciones.
La tradición de despedir el año con las uvas de la suerte —símbolo de fecundidad de la tierra y de los doce meses del año— se originó en España y no se debe a motivos religiosos o culturales sino a intereses económicos.
Obedece a una iniciativa de los cosecheros para desembarazarse de un excedente en la producción del año 1909. En un esfuerzo desesperado de imaginación se libraron del excedente. Tan buen resultado les dio que repitieron en años posteriores dando también nacimiento a un nuevo rito.
Dado su carácter pagano son numerosos los ritos o supersticiones ligados a la celebración de la Nochevieja.
Dice la costumbre que la mujer debe llevar alguna prenda roja —preferentemente ropa interior— si quiere conjurar la suerte y el amor para el próximo año.
En la actualidad, son ambos sexos los que visten ropa íntima roja en busca del amor y la pasión.
¿Y por qué el color rojo y no otro?
El rojo ha sido tradicionalmente asociado a la sangre y al fuego, y también se le tiene por el color de la pasión.
También se le aplica el mismo significado en otra manera tradicional y supersticiosa de atraer el amor para el nuevo año: frotarse el cuerpo con una rosa roja.
Hablamos de pitos, serpentinas, confeti, sombreritos, matasuegras, antifaces y otros pequeños obsequios que se regalan en algunas fiestas para estimular la alegría y el jolgorio.
Cotillón es palabra de origen francés, que entra al idioma castellano en el siglo XIX sin variaciones y cuyo significado es ‘refajo, enaguas’. Es término aumentativo de cotte, ‘paño, jubón, cota’.
En Francia y en ciertas fiestas de sociedad se acostumbraba a bailar un tipo de danza con figuras a compás de vals. La vestimenta pasó a denominar también el baile y, con el tiempo, las fiestas que se finalizaban con esa danza también se denominaron cotillones.
En estas fiestas también se repartían pequeños obsequios para dar mayor alegría y animación a la danza, en una especie de fin de fiesta. Así que no es de extrañar que el término cotillón agrupara además del baile los objetos en sí.
Actualmente el cotillón ha quedado relegado a las celebraciones de Nochevieja y a los instantes previos y posteriores al cambio de año. Junto al ruido, los cantos y el baile con los que, desde antaño, se pretende alejar a los malos espíritus.
Otro rito pagano asimilado al cambio de año es comer lentejas en Nochevieja.
Los romanos invitaban a comer a los amigos y se intercambiaban miel con dátiles e higos para que pasase el mal sabor de las penas y que el año que empezaba fuese dulce.
En la Europa medieval comenzaron a ofrecerse lentejas con la misma finalidad venturosa, pues se decía que propiciaban la prosperidad económica.
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