NUEVA YORK.- Al comienzo de cada curso escolar, los
alumnos del colegio Mott Hall Bridges de Nueva York se dan las manos en
el puente de Brooklyn para simbolizar que, unidos y mediante la
educación, pueden salir de la pobreza de la que provienen.
Para
la mayoría de ellos esta es una de las pocas veces que pisan la isla de
Manhattan. Casi no han salido de Brownsville, el barrio más humilde y
peligroso de Brooklyn, en el que viven y estudian para algún día huir de
él. El 2014 se conoce como el "Año de la Pistola" en la zona, donde
hubo más tiroteos que en toda la Gran Manzana.
Pero Mott Hall
Bridges es muy diferente a los demás colegios públicos de la comunidad, y
sus excelentes resultados académicos así lo demuestran. Nueve de cada
diez graduados van al instituto, un índice muy alto para barrios tan
pobres como el de Brownsville.
En la tercera planta del edificio
gris y azul en el que está situada la escuela, cuyos métodos han llegado
incluso a las páginas de "The New York Times", asisten cada día 191
niños de entre 9 y 14 años vestidos de morado, el color de la realeza.
"El
morado les recuerda que ellos también pueden ser reyes y reinas de sus
vidas si estudian", explicó a Efe la directora del colegio, Nadia L.
Lopez, que también luce estos colores para ir a trabajar.
De
padre hondureño y madre guatemalteca, Lopez creció cerca de Brownsville y
con unas circunstancias muy parecidas a las de sus estudiantes, y así
se lo suele recordar a sus alumnos.
"Si quieres excelencia, tienes que ser un ejemplo", apunta la maestra, que cada día baja a comer con ellos.
Muchos
de los niños no pueden desayunar en sus casas y el almuerzo del colegio
es lo que les quita el hambre. Desde el inicio de este curso escolar,
las escuelas públicas de Nueva York proporcionan alimentos saludables a
todos los alumnos para que desaparezca el estigma de pobreza que
acompañaba esta comida.
"Antes se peleaban mucho después del almuerzo porque todavía tenían hambre, pero ahora ya está solucionado", agrega.
Sus
padres no tenían muchos recursos, recuerda, pero le inculcaron desde
pequeña que lo mejor que podían hacer por ella era brindarle una buena
educación "para luchar". Y cuando Lopez, de 37 años, tuvo a su hija en
2001, decidió que debía hacer algo para ayudar a otros niños.
"Para
mí era importante abrir una escuela donde los niños se sintieran
valorados, que les respetaran. Una escuela de amor, especialmente aquí
en Brownsville, para chicos que no tienen dinero ni adónde ir después de
clase", aseveró la profesora.
Por este motivo, aunque las clases
acaban a las tres de la tarde, Mott Hall Bridges abre sus puertas para
los estudiantes hasta pasadas las seis, e incluso los sábados. El hijo
de Juana Modesto, Enrique, se queda cada día hasta las cinco y media.
"Me
gusta esta escuela porque no hay problemas y mi hijo no se pelea con
otros niños. Al colegio que iba antes otros le pegaban, pero ahora le
gusta ir a clase", afirmó la madre.
Una situación similar que
retrató otro de los chicos, Justin Morales, que en su anterior centro
educativo sufría abuso escolar. "Aquí no me hacen intimidación, sino que
tengo amigos, y si tengo algún incidente hablo con los profesores y
ellos lo arreglan", dijo.
Y es que la lucha contra el "bullying" es uno de los pilares en que se fundamenta Mott Hall Bridges.
"Por
eso pusimos uniformes -relató Lopez-. Es importante que se fijen en sus
libros y no en si tienen menos cosas que los demás. El acoso hace que
los niños tengan miedo y uno no puede concentrarse en estudiar cuando
sabe que los otros le van a abusar".
Además de un trato especial,
Mott Hall Bridges tiene una oferta formativa muy poco usual para niños
de estas edades. Clases de televisión, de producción musical, de cocina o
de diseño de moda: todo vale para que exploten su creatividad.
Para
Madelyne Martinez, que está a punto de ir al instituto, su escuela le
"da la oportunidad de brillar" y demostrar de lo que es capaz. "A mí me
gusta cantar", exclamó.
Con un método docente basado en la
excelencia y especializado en matemáticas, ciencia, ingeniería y arte,
Mott Hall Bridges apuesta por el respeto y la unidad entre alumnos,
maestros y el entorno familiar, que ven la escuela como una vía para
escapar de la violencia.
Las familias de los chicos, así, están
invitadas a acompañarlos en su viaje anual a Manhattan. "Nadie enseñó a
los padres que hay algo para ver y luchar mas allá del barrio", apuntó
Lopez.
Los pasillos del colegio rebosan de imágenes de los
puentes que conectan Brooklyn con el resto de Nueva York, que
representan el pasado, el presente y el futuro de los niños, y carteles
con las letras que conforman la palabra "libertad".
"Al mirar por
la ventana solo ven edificios inacabados que no les hacen sentir libres
(...). Los niños escriben 'libertad' porque quieren gritar que también
pueden llegar a tener una vida mejor", sentenció la directora.....POR Anna Buj/EFE
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