La decisión de Barack Obama de buscar nuevas relaciones con Cuba estuvo
impulsada en parte por una hiriente realidad: Las políticas emprendidas
hace décadas por Estados Unidos con el objetivo de aislar a Cuba habían
puesto a Washington en desacuerdo con el resto del mundo.
El embargo comercial estadounidense sobre Cuba abrió una brecha entre Estados Unidos y los países latinoamericanos. En un embarazoso acto diplomático, la Asamblea General de Naciones Unidas vota anualmente y de forma abrumadora a favor de condenar la política de Washington. Y mientras Estados Unidos se aferraba a sus restricciones hacia la pequeña isla comunista a unos 145 kilómetros (90 millas) de sus costas, líderes de China, Rusia y Brasil se reunían en La Habana, prometiendo millones en inversiones.
"Aunque esta política se ha basado en la mejor de las intenciones, ninguna otra nación se une a nosotros en la imposición de estas sanciones, y ha tenido pocos efectos más allá de dar al gobierno cubano una justificación para las restricciones a su pueblo", dijo el miércoles Obama al anunciar los cambios históricos en las relaciones de Estados Unidos con Cuba luego de 18 meses de negociaciones secretas.
El embargo sí se mantendrá vigente; sólo el Congreso puede revocarlo por completo. Pero el presidente se está moviendo para ampliar los lazos económicos, abrir una embajada en La Habana, enviar a altos cargos incluyendo al secretario de Estado, John Kerry, de visita a la isla y revisar la clasificación de Cuba como un estado que financia el terrorismo. Washington también está aliviando las restricciones de viajes a Cuba, incluyendo las visitas familiares, negocios oficiales del gobierno y actividades educativas. Los viajes turísticos siguen estando prohibidos.
Para el presidente, estas medidas dejan clara su disposición a estirar sus poderes ejecutivos para reconstruir la política exterior del país sin necesidad de recurrir al Congreso. Al encarar los últimos años de su presidencia, Obama está empleando cada vez más sus poderes presidenciales no sólo en la política hacia Cuba, sino también en inmigración, y sobre la neutralidad de internet y el cambio climático.
El presidente tuvo esperanzas de renovar las relaciones de Estados Unidos con La Habana al comienzo de su mandato. Pero la detención durante cinco años en Cuba de Alan Gross, un subcontratista del gobierno estadounidense, era un obstáculo constante.
Gross fue puesto en libertad el miércoles como parte de un acuerdo para normalizar las relaciones diplomáticas, que también incluye un intercambio de prisioneros.
Si bien las acciones de Obama acercan más a Estados Unidos al resto del mundo, dentro del país se enfrenta a la firme oposición política de republicanos y otros partidarios del embargo.
Los senadores republicanos John McCain, de Arizona, y Lindsey Graham, de Carolina del Sur, dijeron que Obama estaba llevando a cabo una política de "apaciguamiento de dictadores autocráticos, matones y adversarios, disminuyendo la influencia de Estados Unidos en el mundo".
El senador Marco Rubio, republicano de Florida, dijo que buscaría "aclarar tantos de esos cambios como fuese posible".
En una extraordinaria muestra de coordinación entre quienes fueron enemigos durante muchos años, Obama se dirigió a los estadounidenses en una comparecencia pública el miércoles a la misma hora que Castro lo hacía a su pueblo en La Habana, donde las campanas de las iglesias sonaron y los profesores pararon sus lecciones para celebrar la noticia. Castro dijo que aunque Estados Unidos y Cuba seguían alejados en muchos aspectos, "debemos aprender el arte de vivir juntos de una forma civilizada a pesar de nuestras diferencias".
Hace medio siglo, Estados Unidos reconoció al nuevo gobierno de Fidel Castro poco después de que sus rebeldes tomaron el poder derrocando al dictador Fulgencio Batista. Pero no pasó mucho tiempo hasta que las cosas comenzaron a torcerse cuando Cuba profundizó su relación con la Unión Soviética. En 1961 Washington rompió relaciones diplomáticas, y más tarde se produjo la fallida invasión de Bahía Cochinos, financiada por Estados Unidos, y que buscaba retirar a Castro del poder. Un año más tarde, un bloqueo de Estados Unidos obligó a la retirada de los misiles nucleares soviéticos de Cuba en una crisis que colocó al mundo al borde de la guerra nuclear.
Con el tiempo, el apoyo al embargo de las naciones aliadas de Estados Unidos se desvaneció. Durante 23 años consecutivos, la Asamblea General de la ONU votó a favor de condenar el embargo, con La Habana logrando cada vez más apoyos.
La última votación, el pasado 29 de octubre, fue de 188-2, con sólo Estados Unidos e Israel eligiendo el "no". Las resoluciones de la Asamblea General no son vinculantes pero reflejan la opinión mundial, y la votación ha dado a Cuba la ocasión de mostrar, año a año, el aislamiento de Washington sobre el bloqueo.
El número de estadounidenses que ven a Cuba como una amenaza grave ha disminuido. Una encuesta de 1983 de CNN/Time dijo que el 29% consideraba que la isla era una amenaza muy seria. Esta cifra cayó al 13% en 1994 y al 12% en 1997.
Jeffrey Engel, director del Centro para la Historia Presidencial de la Universidad Metodista del Sur, dio la bienvenida al cambio de política, pero dijo que el país se había aferrado a una política fracasada durante demasiado tiempo.
"Que no se produjese hasta 2014 demuestra una fallo fundamental en la estrategia estadounidense empleada durante la Guerra Fría y hasta el día de hoy", dijo Engel. Agregó que las sanciones estadounidenses contra Cuba "reforzaron la popularidad del régimen en casa, ya que el sentimiento antiestadounidense fue utilizado efectivamente para distraer a la gente que sufría los defectos de su propio gobierno".
El embargo comercial estadounidense sobre Cuba abrió una brecha entre Estados Unidos y los países latinoamericanos. En un embarazoso acto diplomático, la Asamblea General de Naciones Unidas vota anualmente y de forma abrumadora a favor de condenar la política de Washington. Y mientras Estados Unidos se aferraba a sus restricciones hacia la pequeña isla comunista a unos 145 kilómetros (90 millas) de sus costas, líderes de China, Rusia y Brasil se reunían en La Habana, prometiendo millones en inversiones.
"Aunque esta política se ha basado en la mejor de las intenciones, ninguna otra nación se une a nosotros en la imposición de estas sanciones, y ha tenido pocos efectos más allá de dar al gobierno cubano una justificación para las restricciones a su pueblo", dijo el miércoles Obama al anunciar los cambios históricos en las relaciones de Estados Unidos con Cuba luego de 18 meses de negociaciones secretas.
El embargo sí se mantendrá vigente; sólo el Congreso puede revocarlo por completo. Pero el presidente se está moviendo para ampliar los lazos económicos, abrir una embajada en La Habana, enviar a altos cargos incluyendo al secretario de Estado, John Kerry, de visita a la isla y revisar la clasificación de Cuba como un estado que financia el terrorismo. Washington también está aliviando las restricciones de viajes a Cuba, incluyendo las visitas familiares, negocios oficiales del gobierno y actividades educativas. Los viajes turísticos siguen estando prohibidos.
Para el presidente, estas medidas dejan clara su disposición a estirar sus poderes ejecutivos para reconstruir la política exterior del país sin necesidad de recurrir al Congreso. Al encarar los últimos años de su presidencia, Obama está empleando cada vez más sus poderes presidenciales no sólo en la política hacia Cuba, sino también en inmigración, y sobre la neutralidad de internet y el cambio climático.
El presidente tuvo esperanzas de renovar las relaciones de Estados Unidos con La Habana al comienzo de su mandato. Pero la detención durante cinco años en Cuba de Alan Gross, un subcontratista del gobierno estadounidense, era un obstáculo constante.
Gross fue puesto en libertad el miércoles como parte de un acuerdo para normalizar las relaciones diplomáticas, que también incluye un intercambio de prisioneros.
Si bien las acciones de Obama acercan más a Estados Unidos al resto del mundo, dentro del país se enfrenta a la firme oposición política de republicanos y otros partidarios del embargo.
Los senadores republicanos John McCain, de Arizona, y Lindsey Graham, de Carolina del Sur, dijeron que Obama estaba llevando a cabo una política de "apaciguamiento de dictadores autocráticos, matones y adversarios, disminuyendo la influencia de Estados Unidos en el mundo".
El senador Marco Rubio, republicano de Florida, dijo que buscaría "aclarar tantos de esos cambios como fuese posible".
En una extraordinaria muestra de coordinación entre quienes fueron enemigos durante muchos años, Obama se dirigió a los estadounidenses en una comparecencia pública el miércoles a la misma hora que Castro lo hacía a su pueblo en La Habana, donde las campanas de las iglesias sonaron y los profesores pararon sus lecciones para celebrar la noticia. Castro dijo que aunque Estados Unidos y Cuba seguían alejados en muchos aspectos, "debemos aprender el arte de vivir juntos de una forma civilizada a pesar de nuestras diferencias".
Hace medio siglo, Estados Unidos reconoció al nuevo gobierno de Fidel Castro poco después de que sus rebeldes tomaron el poder derrocando al dictador Fulgencio Batista. Pero no pasó mucho tiempo hasta que las cosas comenzaron a torcerse cuando Cuba profundizó su relación con la Unión Soviética. En 1961 Washington rompió relaciones diplomáticas, y más tarde se produjo la fallida invasión de Bahía Cochinos, financiada por Estados Unidos, y que buscaba retirar a Castro del poder. Un año más tarde, un bloqueo de Estados Unidos obligó a la retirada de los misiles nucleares soviéticos de Cuba en una crisis que colocó al mundo al borde de la guerra nuclear.
Con el tiempo, el apoyo al embargo de las naciones aliadas de Estados Unidos se desvaneció. Durante 23 años consecutivos, la Asamblea General de la ONU votó a favor de condenar el embargo, con La Habana logrando cada vez más apoyos.
La última votación, el pasado 29 de octubre, fue de 188-2, con sólo Estados Unidos e Israel eligiendo el "no". Las resoluciones de la Asamblea General no son vinculantes pero reflejan la opinión mundial, y la votación ha dado a Cuba la ocasión de mostrar, año a año, el aislamiento de Washington sobre el bloqueo.
El número de estadounidenses que ven a Cuba como una amenaza grave ha disminuido. Una encuesta de 1983 de CNN/Time dijo que el 29% consideraba que la isla era una amenaza muy seria. Esta cifra cayó al 13% en 1994 y al 12% en 1997.
Jeffrey Engel, director del Centro para la Historia Presidencial de la Universidad Metodista del Sur, dio la bienvenida al cambio de política, pero dijo que el país se había aferrado a una política fracasada durante demasiado tiempo.
"Que no se produjese hasta 2014 demuestra una fallo fundamental en la estrategia estadounidense empleada durante la Guerra Fría y hasta el día de hoy", dijo Engel. Agregó que las sanciones estadounidenses contra Cuba "reforzaron la popularidad del régimen en casa, ya que el sentimiento antiestadounidense fue utilizado efectivamente para distraer a la gente que sufría los defectos de su propio gobierno".
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