El estado de Texas (EE.UU.) ejecutó ayer a
Manuel Garza, un hombre de origen latino que en 2001 arrebató el arma a
un policía que trataba de detenerlo y le disparó en la cabeza en la
ciudad de San Antonio (Texas).
A Garza, de 34 años, lo declararon muerto a las 18.40 hora local (23.40 GMT) de ayer tras ser ejecutado con una inyección letal en la cárcel de Huntsville (Texas), según notificó el Departamento de Justicia Criminal de Texas.
Sus últimas palabras fueron: "Gracias a todos por estar aquí. Siento mucho todo el dolor que he causado a mi familia, amigos y especialmente a la Policía. Seguramente me odien. Lo que sucedió con 'Rocky' sucedió muy rápido, de hecho no estoy seguro de lo que realmente pasó. Que Dios los bendiga, nos vemos en el otro lado".
A la ejecución acudieron como testigos la madre de Garza y su esposa, con la que se casó después de ingresar en prisión, además de la hermana del policía muerto y cuatro compañeros de la institución.
Los hechos se remontan a la noche del 2 de febrero de 2001, cuando el agente John Anthony Riojas, conocido como "Rocky" y también de origen latino, encontró a Garza merodeando en un aparcamiento y procedió a identificarlo.
Según reportes de la época, los agentes del Departamento de Policía de San Antonio tenían órdenes específicas de evitar el hurto de vehículos ante la oleada de robos que se vivía en la ciudad.
Garza, que acumulaba cinco órdenes de captura, dos de ellas por robo de vehículos, trató de escapar, pero Riojas lo alcanzó y, durante el forcejeo, el ejecutado arrebató el arma reglamentaria al policía, le disparó en la cabeza y huyó dejándolo malherido.
Riojas, que tenía 37 años, murió pasada la medianoche en un hospital de San Antonio, mientras que Garza fue localizado y detenido horas después.
En el juicio, celebrado un año después, el jurado tardó menos de una hora en declararlo culpable del crimen, y menos de tres en sentenciarlo a muerte.
A sus 20 años, Garza acumulaba 14 detenciones como adulto, y en su historial ya constaban condenas por robo, allanamiento y posesión de drogas, todas como menor.
Su padre había muerto de sobredosis de heroína cuando él era adolescente y abandonó la escuela antes de terminar sus estudios.
Garza se convirtió así en el sexto preso ejecutado este año en Texas -el tercero de origen latino-, y el decimotercero en todo el país.
Desde que el Tribunal Supremo reinstauró la pena de muerte en 1976, 1.407 reos han sido ejecutados en Estados Unidos, 524 de ellos en Texas, el estado que más la aplica con diferencia.
Tras esta ejecución, a Texas tan solo le quedan dos dosis de pentobarbital, el sedante que usa en sus inyecciones letales, que presumiblemente empleará en las próximas semanas con Richard Vásquez (23 de abril) y Robert Pruett (29 de abril).
Una vez agotadas esas inyecciones, es incierto lo que sucederá con otros tres presos que tienen sus ejecuciones programadas entre mayo y junio, ya que todos los estados están afrontando dificultades para abastecerse de suministros letales.
A Garza, de 34 años, lo declararon muerto a las 18.40 hora local (23.40 GMT) de ayer tras ser ejecutado con una inyección letal en la cárcel de Huntsville (Texas), según notificó el Departamento de Justicia Criminal de Texas.
Sus últimas palabras fueron: "Gracias a todos por estar aquí. Siento mucho todo el dolor que he causado a mi familia, amigos y especialmente a la Policía. Seguramente me odien. Lo que sucedió con 'Rocky' sucedió muy rápido, de hecho no estoy seguro de lo que realmente pasó. Que Dios los bendiga, nos vemos en el otro lado".
A la ejecución acudieron como testigos la madre de Garza y su esposa, con la que se casó después de ingresar en prisión, además de la hermana del policía muerto y cuatro compañeros de la institución.
Los hechos se remontan a la noche del 2 de febrero de 2001, cuando el agente John Anthony Riojas, conocido como "Rocky" y también de origen latino, encontró a Garza merodeando en un aparcamiento y procedió a identificarlo.
Según reportes de la época, los agentes del Departamento de Policía de San Antonio tenían órdenes específicas de evitar el hurto de vehículos ante la oleada de robos que se vivía en la ciudad.
Garza, que acumulaba cinco órdenes de captura, dos de ellas por robo de vehículos, trató de escapar, pero Riojas lo alcanzó y, durante el forcejeo, el ejecutado arrebató el arma reglamentaria al policía, le disparó en la cabeza y huyó dejándolo malherido.
Riojas, que tenía 37 años, murió pasada la medianoche en un hospital de San Antonio, mientras que Garza fue localizado y detenido horas después.
En el juicio, celebrado un año después, el jurado tardó menos de una hora en declararlo culpable del crimen, y menos de tres en sentenciarlo a muerte.
A sus 20 años, Garza acumulaba 14 detenciones como adulto, y en su historial ya constaban condenas por robo, allanamiento y posesión de drogas, todas como menor.
Su padre había muerto de sobredosis de heroína cuando él era adolescente y abandonó la escuela antes de terminar sus estudios.
Garza se convirtió así en el sexto preso ejecutado este año en Texas -el tercero de origen latino-, y el decimotercero en todo el país.
Desde que el Tribunal Supremo reinstauró la pena de muerte en 1976, 1.407 reos han sido ejecutados en Estados Unidos, 524 de ellos en Texas, el estado que más la aplica con diferencia.
Tras esta ejecución, a Texas tan solo le quedan dos dosis de pentobarbital, el sedante que usa en sus inyecciones letales, que presumiblemente empleará en las próximas semanas con Richard Vásquez (23 de abril) y Robert Pruett (29 de abril).
Una vez agotadas esas inyecciones, es incierto lo que sucederá con otros tres presos que tienen sus ejecuciones programadas entre mayo y junio, ya que todos los estados están afrontando dificultades para abastecerse de suministros letales.
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