Colombia. En un hospital abarrotado cerca de la
frontera de Colombia con Venezuela, los inmigrantes que llenan las
camillas muestran los efectos de la decadente nación que dejaron atrás.
Una mujer de 18 años que se frotaba la tripa hinchada había huido con
su bebé cuando las heridas de su cesárea empezaron a supurar pus. Un
joven que tuvo un accidente de motocicleta en el que el fémur le
atravesó la piel necesitaba antibióticos para una infección. Un anciano
con el pie hinchado llegó tras 20 horas en autobús desde Caracas porque
los médicos dijeron a su familia que el único tratamiento que podían
ofrecer era la amputación, sin anestesia ni antibióticos.
“Si usted quiere firmar, firma, pero no nos hacemos responsables de la vida de su papá”, recordó Teresa Tobar, de 36 años, que le dijeron los médicos cuando le entregaron los documentos para autorizar la cirugía de su padre.
Mientras empeora la crisis en Venezuela, cada vez más gente huye del
país en una creciente crisis de refugiados que está haciendo sonar la
alarma en América Latina. Grupos independientes estiman que entre tres y
cuatro millones de venezolanos se han marchado en los últimos años,
incluidos cientos de miles en 2017.
Muchos de esos migrantes cruzan a pie a Colombia y llegan a las salas
de urgencias de la nación andina con problemas de salud urgentes que
los hospitales venezolanos ya no pueden tratar.
Según las autoridades sanitarias, los venezolanos hicieron casi
25.000 visitas a las salas de urgencias colombianas el año pasado, en
comparación con las 1.500 de 2015. En hospitales de ciudades fronterizas
como Cúcuta, los pacientes se ven hacinados en hileras de camillas que
llegan a los pasillos, una imagen no tan distinta de las deplorables
condiciones de las que huyeron en su país.
Las autoridades estiman que los ingresos de venezolanos en hospitales
colombianos podrían multiplicarse por dos en 2018 y señalan que el
sistema sanitario del país, ya sobrecargado, no está preparado para
gestionar ese aumento repentino.
“No estaríamos en condición de asumir los costes de la atención
integral de todos los migrantes que están llegando”, dijo Julio Sáenz,
asesor de asuntos de migrantes en el Ministerio colombiano de Salud.
“Esto es una preocupación muy grande”.
Los venezolanos huyen de un gobierno cada vez más autoritario que ha
sido incapaz de detener una inflación disparada, lo que a su vez ha
hecho que sus salarios apenas valgan nada y obliga a millones de
personas a pasar hambre. En Cúcuta, la zona cero de un éxodo que se ha
extendido en toda Latinoamérica, los inmigrantes dicen que el rápido
deterioro del sistema sanitario en su país también los obliga a
marcharse porque cualquier cosa, desde los simples antibióticos a
medicamentos para quimioterapia, se han vuelto difíciles de encontrar o
imposibles de pagar.
“Yo dije, no tengo más para dónde agarrar”, recordó Grecia Sabala,
una madre de 32 años que viajó a Colombia buscando tratamiento para un
cáncer de cérvix después de que los médicos en Venezuela no pudieran
darle quimioterapia y la única máquina de radioterapia en su ciudad se
estropeara. “Voy para el puente de la frontera y buscar la solución a mi
enfermedad”.
El presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, se ha
negado a permitir la entrada de ayuda humanitaria en el país, negando
que haya una crisis y afirmando que admitir la entrada de ayuda podría
abrir camino a una intervención extranjera. Pero los pocos datos que
revela el gobierno indican que los venezolanos afrontan crecientes
desafíos de salud. Los casos de mortalidad infantil y de bebés han
crecido de forma brusca y enfermedades antes erradicadas como la
difteria han reaparecido.
Al menos un niño venezolano que llegó demasiado tarde a buscar ayuda
ha muerto en Colombia por malnutrición, y las autoridades dicen que
muchos otros llegan con un peso peligrosamente bajo.
Las autoridades sanitarias están especialmente preocupadas por el
contagio de enfermedades infecciosas. El año pasado se confirmaron
numerosos casos de malaria, tuberculosis y VIH entre los inmigrantes
venezolanos.
“Lo que hace es incrementar unas estadísticas sobre unas patologías que nosotros teníamos en un nivel de control”, señaló Sáenz.
Los hospitales colombianos están obligados por ley a atender a
cualquier persona, local o extranjera, que llegue a una sala de
urgencias. Pero muchos venezolanos llegan con enfermedades crónicas como
cáncer o diabetes que requieren cuidados caros y continuados. Las
instituciones sanitarias colombianas no están obligadas a ofrecer esos
tratamientos.
“Lo que nosotros hacemos es manejo de urgencia y hasta allí no
podemos continuar”, explicó Juan Ramírez, director del hospital Erasmo
Meoz en Cúcuta.
Los responsables sanitarios de Cúcuta calculan que el coste de atender a los inmigrantes
venezolanos ascenderá este año a millones de dólares. La mayoría de
esos costes corren a cargo de instituciones locales que ya estaban
cortas de efectivo y han pedido ayuda al gobierno central y la comunidad
internacional.
Además de proporcionar asistencia sanitaria, las ciudades fronterizas
también lidian con una serie de problemas de seguridad pública, como un
aumento en la prostitución y la presencia de grupos de hombres, mujeres
y niños que duermen en las calles. También hay una impresión
generalizada de que el crimen ha empeorado, aunque la policía en Cúcuta
dijo que los incidentes siguen siendo relativamente aislados.
El presidente, Juan Manuel Santos, se ha visto
presionado para declarar una emergencia social que libere recursos
adicionales, y una delegación de la Agencia de Estados Unidos para el
Desarrollo Internacional (USAID por sus siglas en inglés) visitó hace
poco Cúcuta para estudiar cómo puede ayudar el gobierno de Trump a su
aliado en la creciente crisis.
“Va a ser impagable en algún momento”, señaló Juan Alberto Bitar, responsable de la agencia sanitaria de Cúcuta.
El Ministerio colombiano de Salud prepara el despliegue de media
docena de unidades móviles cerca de la frontera para tratar problemas
menores.
Una carpa médica de la Cruz Roja de Colombia instalada junto al
puente internacional Simón Bolívar, por el que unos 35.000 venezolanos
cruzan cada día _la mayoría para estancias cortas en busca de empleo o
comida_ ya atiende a cientos de personas por semana. Los trabajadores
dicen que muchos de los pacientes llegan tras desmayarse en el camino
porque no habían comido.
Michel Briceño, la joven madre que llegó a Colombia cuando se le
infectó la herida de la cesárea, dijo que supo que tenía que irse al
enterarse de que otras mujeres habían enfermado y muerto en el mismo
hospital en Venezuela.
Cuando empezó a notar una hinchazón en la pelvis, su marido y ella
tomaron a su hijo pequeño y su bebé recién nacida y subieron a un
pequeño autobús para hacer las 12 horas de viaje hasta Colombia. Durante
el viaje sufrió un terrible dolor que calificó como de nueve en una
escala de 10.
Sentada en una cama del hospital con su bebé acurrucada al lado,
Briceño dijo no tener dudas sobre cuál habría sido el desenlace si se
hubiera quedado en Venezuela.
“Me hubiese muerto”, dijo.......Fuente:Hoy.com.do/AP
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