lunes, 30 de enero de 2017

¿Por qué se venden los huevos por docenas?.

¿No sería mejor por decenas? ¿O por peso?
Ahora estamos acostumbrados al Sistema Métrico Decimal, con base en el número 10, pero hasta 1871, cuando se adoptó en España, era habitual usar fanegas que contenían doce celemines, o libras de doce onzas. En Inglaterra —más conservadora— se usaron los chelines de doce peniques hasta 1970.
La docena fue durante mucho tiempo uno de los sistemas de medida: un año tiene doce meses, el día doce horas y la noche otras doce. Incluso fueron doce los Titanes engendrados por Urano y Gea y también fueron doce los Apóstoles.
La venta por peso queda descartada por la fragilidad de los huevos, así que hay que recurrir a la venta por unidades. Y ocurre que la docena era una medida de fácil fracción, lo que permitía comprar media docena, un tercio de docena, una cuarta de docena y hasta una sexta; lo que nos proporcionaría seis, cuatro, tres y dos huevos. Podríamos seleccionar media decena de huevos, pero ¿cómo haríamos para seleccionar un tercio, una cuarta o una sexta? ¿Rompiendo los huevos?
Tal como hacemos con los huevos, hubo un tiempo en que muchos artículos se adquirían por docenas y que se adocenaban en los almacenes, esto es, que se ordenaban o dividían por docenas. El verbo cambió su significado para pasar a significar también que se vuelve a alguien mediocre o vulgar (es de suponer que al incluirlo en una entre muchas docenas) y el término adocenado sirve para calificar a alguien de vulgar y de muy escaso mérito.
También existen algunas frases hechas con la docena: No entrar en docena, que significa que no se es igual o parecido a otros, o la docena del fraile —también la docenica del fraile— que constaba de trece unidades, y que alude al que busca un mayor beneficio para sí que para los demás o al que toma más de lo que dice querer. Esta última frase hace referencia a un cuento muy antiguo que fue muy popular y que se apoya en la fama de pedigüeños, pícaros y astutos que de siempre han tenido los frailes. Dice así:
Fue un fraile a comprar huevos y le dijo a la moza:”Quiero una docena de huevos, pero como han de ser para distintas personas, me los despache por separado: para el abad quiero media docena (6); para el padre tornero un tercio de docena (4); y para mí, que soy pobre, un cuarto de docena (3).” De modo que el fraile pagó la docena y se llevó trece huevos. La moza hizo sus cuentas y vio que el fraile la había engañado. Al cabo de una semana volvió el padre a la huevería con el mismo cuento. Pero la guapa moza le espetó: “Señor don fraile, le pongo junta la docena de huevos… y ya se hará vuesa merced las cuentas por el camino.”
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