sábado, 5 de agosto de 2017

"Peleó hasta morir" .

Dalton Herrera
Cambita, San Cristóbal/listindiario.com
Con sus guantes puestos en el pecho, Geisy Lorenzo se llevó ayer a la tumba el último nocaut de su carrera boxística.
Su féretro fue enterrado en un nicho enlodazado del cementerio de Cambita, ubicado en su municipio natal de San Cristóbal, ante el llanto de familiares y amigos que lo acompañaron hasta su morada definitiva con lamentos, flores y gritos de amargura delante de sus restos.
El carro fúnebre empezó su marcha con el cadáver del púgil hacia al camposanto a partir de las 4:00 de la tarde, seguido de una guagua repleta de sus parientes, en medio de un cielo gris que parecía haber desahogado, horas antes, su tristeza con un fuerte aguacero.
Antes de iniciar el recorrido fúnebre, su cuerpo estaba siendo velado en una casa familiar en la localidad Doña Ana de esta provincia, donde el pastor que oraba por su alma, recitaba los versículos de la Biblia que hablaban de la resurrección de Lázaro, solo que esta vez, no sucedería lo mismo con Geisy. Lamentablemente no habría tal milagro.
“El Zurdito del Sur”, como era conocido el boxeador, falleció el jueves en la mañana en una sala del hospital Darío Contreras luego de sostener dos combates, uno en Santo Domingo y otro en La Romana, los cuales perdió. Estas dos peleas se produjeron en un período de 72 horas. Además, dos semanas antes de las peleas, Geysi habría sufrido un accidente en la carretera 6 de Noviembre tras ser embestido en su motocicleta por un vehículo. En este incidente sufrió traumas severos.
La hazaña mortal de Lorenzo es violatoria al artículo 88 del reglamento de boxeo profesional local que ordena un descanso mínimo de 30 días si el peleador es noqueado o vapuleado de forma total por su rival, con chequeos médicos antes y después, procedimiento que no se aplicó en su caso.
  El drama familiar
Los restos de Geisy llegaron a su último destino pasada las 5:00 de la tarde. Su madre, María Lourdes Montás, no aguantaba el llanto.
“¿Qué haremos ahora sin él? Mi hijo ha dejado a cuatro niños pequeños de 11, 10, 8 y 7 años, él estaba luchando por ellos, yo no quería que él se arriesgara porque se encontraba delicado de salud, pero él no se llevaba de consejo”, expresa su madre con voz entrecortada.Su tío, Oscar Montálvez, manifiesta lleno de indignación que a su sobrino lo dejaron morir “pendejamente”.
“El entrenador sabía que mi sobrino no estaba en condiciones para pelear. No es posible que no haya notado que ese muchacho tenía una herida en la cabeza que se hizo cuando tuvo el accidente. ¿Cómo es posible que no exista un control en esas peleas?”, cuestiona Montálvez, visiblemente irritado.
Julio Caba, profesor e instructor ocasional de Geisy, asegura que no sabía de su condición física.
“Ahora todo el mundo sabe que él se había accidentado y no estaba en condiciones. Después que está muerto. Pero a él yo lo veía bien, y además, él queria pelear para ganarse entre 6 mil y diez mil pesos en las peleas, porque él quería comprarle los útiles escolares a sus hijos”, explica Caba. Algunos amigos de Geisy que se encontraban en el entierro, murmuraban que existe una “mafia” que consiste en colocar a un peleador sin condiciones frente a otro que está siendo promocionado, a fin de que este último pueda vapulear a la “chata”, y de esa forma ganar rating y publicidad en el mundo del boxeo.
Las acciones intrépidas del púgil terminaron con su vida y el último tirón de tierra que cubrió su ataúd se produjo a las 5:40 de la tarde.
LA TUMBA SE AHOGÓ:
El cementerio de Cambita está abandonado. Sus lápidas lucen mugrientas y con grietas, la hierba sin recortar y el suelo lleno de charcos por el inexistente mantenimiento.
Cuando llueve, las tumbas lloran porque se rebosan de agua y se posan durante meses. convirtiendo así ese lugar en un tentativo reproductor de enfermedades. Las moscas y los mimes han acogido ese camposanto como su lugar preferido, así lo describe Rolando Pérez, residente de Cambita.
“Este cementerio es viejísimo, pero las autoridades municipales no hacen nada por nosotros”, denuncia. Para llegar al hoyo donde descansa Geisy Lorenzo, las personas tuvieron que brincar tumbas para no hundirse en el lodazal. Uno de los amigos del púgil estuvo a punto de caerse por un tropezón que se dio con una de las tantas varillas que obstaculizaban el camino.
Tal parece que Geisy Lorenzo descansará en paz, pero no de forma digna, ya que las autoridades de ese municipio de San Cristóbal han tirado a los muertos al olvido.

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