viernes, 12 de abril de 2019

El cerebro y el sexo.

¿Tiene sexo el cerebro? O, mejor dicho… ¿hay un cerebro para hombres y otro para mujeres?
Pues eso parece. Desde el momento en el que en un feto de seis semanas se comienzan a formar los testículos —cuando así lo indica la presencia del cromosoma Y— éstos liberan testosterona a la corriente sanguínea.
La presencia de esta hormona opera cambios en el cerebro en formación, tales como proveer de un mayor tamaño a ciertos núcleos intersticiales y otras estructuras del hipocampo y un mayor desarrollo del hemisferio derecho.
Como en este hemisferio se encuentran las habilidades espaciales o geométricas, el cerebro masculino es más apto para orientarse en el espacio. En cambio, en el hemisferio izquierdo se encuentran las capacidades comunicativas, el acopio de vocabulario y la sociabilidad, por lo que el cerebro femenino es más apto para la relación con semejantes.
Eso no significa que todos los hombres sean mejor orientándose que una mujer ni que todas las mujeres sean mejores conversando que un hombre. Hay que entender que cada persona es resultado de la interacción de factores genéticos, hormonales y sociales que le son propios, aunque, eso sí, cada sexo tiene diferentes aptitudes de partida, entendidas como patrones de aprendizaje, como una predisposición innata.
El cerebro masculino es mejor, o está mejor preparado para desarrollar:
  • la capacidad visual-espacial
  • la memorización y detección de formas y las capacidades geométricas
  • el aprendizaje de laberintos y la orientación
  • la lectura de mapas y los conocimientos geográficos
  • el ejercicio motor que requiere la señalización la previsión de una trayectoria y la puntería
  • la agresividad
  • la composición musical
  • el juego del ajedrez
  • el razonamiento matemático
  • El cerebro femenino es mejor, o está mejor preparado para desarrollar:
  • la fluidez verbal y otras capacidades lingüísticas 
  • las tareas motoras finas y manuales de precisión
  • la sociabilidad
  • el cálculo numérico
  • la sensibilidad
  • la localización de objetos entre una serie de ellos
  • la percepción de niveles bajos de estimulación sensitiva y la velocidad de esta percepción
  • el reconocimiento de rostros, expresiones faciales y tono de voz
  • la empatía (discernimiento de emociones ajenas)
Y ¿por qué esto es así? ¿por qué la presencia del cromosoma Y facilita el aprendizaje de unas habilidades sobre otras?
La neurofisióloga Doreen Kimura sostiene que se debe a millares de años de división del trabajo: el hombre primitivo cazaba y defendía al grupo, para lo que convenía la orientación, la puntería y la agresividad; mientras que la mujer cuidaba a los pequeños, recogía alimentos cerca del hogar y preparaba la comida y vestidos del grupo, para lo que convenía la habilidad motora fina, la localización de los objetos del grupo, el rápido reconocimiento de sus bebés y la certeza de su ubicación y la empatía con los miembros de su grupo.
La evolución natural fue la encargada de preservar los individuos cuyas capacidades cerebrales fueron más apropiadas para la función social y de supervivencia que desempeñaban.


Nota sabionda: El cerebro femenino es, hemisféricamente hablando, más equilibrado que el masculino. Y su cuerpo calloso —formado por un grupo de fibras que unen los dos hemisferios— es más abultado en las áreas que rigen la emoción y la afectividad.

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