Edward Snowden, exanalista de la CIA perseguido por la Justicia
estadounidense, pasa sus últimos días en la zona de tránsito del
aeropuerto Sheremétievo de Moscú, al que llegó hace hoy cuatro semanas
procedente de Hong Kong, a la espera de que se tramite su solicitud de
asilo en Rusia.
El fugitivo más buscado del momento, responsable de revelar una trama de espionaje masivo de los servicios secretos estadounidenses, podrá abandonar la zona de tránsito del aeropuerto moscovita la próxima semana, según su asesor legal en materia de legislación rusa, Anatoli Kucherena.
El informático estadounidense está a la espera de que el Servicio Federal de Migración ruso acuse recibo de su solicitud de asilo temporal en el país, que cursó tras comprobar que le resultaría muy arriesgado, casi imposible, volar a América Latina sin ser detenido por el camino y devuelto a su país de origen.
A punto de cumplir un mes en 'tierra de nadie', difícilmente habría imaginado el joven excontratista de la Agencia de Seguridad Nacional (NSA) estadounidense que quedaría atrapado en un aeropuerto, sin poder volar a otro destino o al menos cruzar la frontera rusa, confinado en una zona de tránsito con la única tranquilidad de saber que no será extraditado a Estados Unidos.
Llegó a Moscú desde Hong Kong el 23 de junio por la única ruta segura que le permitió abandonar la excolonia británica sin atravesar territorio de otros países que no fueran China y Rusia.
Mientras cruzaba el cielo de Siberia en un vuelo de la compañía rusa Aeroflot, y con la prensa ya esperando su llegada en Sheremétievo, EEUU anuló todos sus documentos, incluidos los pasaportes auténticos, dignos de todo un espía, que le habían expedido en su país con una identidad falsa.
En Rusia no le esperaban, según aseguró pocos días después de su aterrizaje el presidente ruso, Vladímir Putin, aunque tampoco estaban dispuestos a emular el ejemplo de algunos países europeos y saltarse normas internacionales e incluso de etiqueta diplomática para cumplir con las exigencias de Washington.
El líder del Kremlin lo dejó muy claro: Rusia no entregará bajo ningún concepto a Snowden, aunque podría permitir que se quede en el país si renuncia a toda actividad contra EEUU, condición que implica que deje de filtrar información sobre el espionaje estadounidense.
Tres países de América Latina -Venezuela, Nicaragua y Bolivia- mostraron su disposición a conceder asilo político al joven fugitivo una vez que Ecuador, país al que quiso viajar desde el primer momento Snowden, respondiera con más que reservas a su petición de refugio.
Cada día que pasaba sin aclarar su futuro, Snowden tenía más claro que ya no podría salir sin problemas de Rusia, sobre todo después de que el avión presidencial del líder boliviano Evo Morales se viera obligado a aterrizar en Viena cuando sobrevolaba la Unión Europea procedente de Moscú antes de obtener el permiso para repostar en España.
Diecinueve días después de iniciar su fuga desde Hong Kong, Snowden por fin se dejó ver en Sheremétievo al convocar a defensores de los derechos humanos y destacados abogados rusos para anunciar que no tiene más remedio que quedarse en Rusia, si las autoridades de este país lo permiten.
Todo parece indicar que así será, aunque la decisión de Snowden de recalar en Rusia le puede salir cara a ambos: el fugitivo ya no podrá denunciar los desmanes del espionaje de su país, a tiempo que Moscú habrá empeorado seguramente sus ya de por sí maltrechas relaciones con Washington.
Por mucho que el presidente ruso reitere una y otra vez que la amistad con EEUU le importa más que Snowden, en Washington ya han dejado caer que la presencia en territorio ruso del fugitivo dejaría en el aire la visita oficial a Moscú que tiene previsto en septiembre el líder de la Casa Blanca, Barack Obama.
El fugitivo más buscado del momento, responsable de revelar una trama de espionaje masivo de los servicios secretos estadounidenses, podrá abandonar la zona de tránsito del aeropuerto moscovita la próxima semana, según su asesor legal en materia de legislación rusa, Anatoli Kucherena.
El informático estadounidense está a la espera de que el Servicio Federal de Migración ruso acuse recibo de su solicitud de asilo temporal en el país, que cursó tras comprobar que le resultaría muy arriesgado, casi imposible, volar a América Latina sin ser detenido por el camino y devuelto a su país de origen.
A punto de cumplir un mes en 'tierra de nadie', difícilmente habría imaginado el joven excontratista de la Agencia de Seguridad Nacional (NSA) estadounidense que quedaría atrapado en un aeropuerto, sin poder volar a otro destino o al menos cruzar la frontera rusa, confinado en una zona de tránsito con la única tranquilidad de saber que no será extraditado a Estados Unidos.
Llegó a Moscú desde Hong Kong el 23 de junio por la única ruta segura que le permitió abandonar la excolonia británica sin atravesar territorio de otros países que no fueran China y Rusia.
Mientras cruzaba el cielo de Siberia en un vuelo de la compañía rusa Aeroflot, y con la prensa ya esperando su llegada en Sheremétievo, EEUU anuló todos sus documentos, incluidos los pasaportes auténticos, dignos de todo un espía, que le habían expedido en su país con una identidad falsa.
En Rusia no le esperaban, según aseguró pocos días después de su aterrizaje el presidente ruso, Vladímir Putin, aunque tampoco estaban dispuestos a emular el ejemplo de algunos países europeos y saltarse normas internacionales e incluso de etiqueta diplomática para cumplir con las exigencias de Washington.
El líder del Kremlin lo dejó muy claro: Rusia no entregará bajo ningún concepto a Snowden, aunque podría permitir que se quede en el país si renuncia a toda actividad contra EEUU, condición que implica que deje de filtrar información sobre el espionaje estadounidense.
Tres países de América Latina -Venezuela, Nicaragua y Bolivia- mostraron su disposición a conceder asilo político al joven fugitivo una vez que Ecuador, país al que quiso viajar desde el primer momento Snowden, respondiera con más que reservas a su petición de refugio.
Cada día que pasaba sin aclarar su futuro, Snowden tenía más claro que ya no podría salir sin problemas de Rusia, sobre todo después de que el avión presidencial del líder boliviano Evo Morales se viera obligado a aterrizar en Viena cuando sobrevolaba la Unión Europea procedente de Moscú antes de obtener el permiso para repostar en España.
Diecinueve días después de iniciar su fuga desde Hong Kong, Snowden por fin se dejó ver en Sheremétievo al convocar a defensores de los derechos humanos y destacados abogados rusos para anunciar que no tiene más remedio que quedarse en Rusia, si las autoridades de este país lo permiten.
Todo parece indicar que así será, aunque la decisión de Snowden de recalar en Rusia le puede salir cara a ambos: el fugitivo ya no podrá denunciar los desmanes del espionaje de su país, a tiempo que Moscú habrá empeorado seguramente sus ya de por sí maltrechas relaciones con Washington.
Por mucho que el presidente ruso reitere una y otra vez que la amistad con EEUU le importa más que Snowden, en Washington ya han dejado caer que la presencia en territorio ruso del fugitivo dejaría en el aire la visita oficial a Moscú que tiene previsto en septiembre el líder de la Casa Blanca, Barack Obama.
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