jueves, 20 de septiembre de 2018

El ‘Maratón’ de Aurora, la mujer que desapareció hace 17 años .

Dalton Herrera
Santo Domingo/listindiario.com.do
Aquellas zapatillas de color plata y ese flamante vestido rosado que hacían ver despampanante a Aurora Wiwonska Marmolejos todavía permanecen en la mente de su madre María Reyes, desde aquel viernes 7 de diciembre de 2001 en que la vio por última vez.
Su hija Aurora, de 22 años, estaba llena de ilusión y optimismo, a tal punto que un día antes de su desaparición había pedido permiso para faltar a la empresa Baster S.A, donde laboraba, a fin de ir al salón de belleza y estar lista para la ocasión, lo que pudiera descartar cualquier idea de que ella estuviera pensando en atentar contra su vida.
María recuerda que su hija y su esposo, en ese entonces Pedro Polanco, quien estaba vestido con saco y corbata, habían llamado ese viernes en la noche a una línea de taxi para que los llevara a la celebración de la cena navideña del trabajo de Aurora, en el restaurante Spigolo, ubicabo entre las avenidas Tiradentes y Bolívar.
Como de costumbre ella bendijo a su hija cuando esta se disponía a cerrar la puerta delantera de la vivienda para partir hacia la fiesta. Aquella escena en que veía a Aurora salir con su esposo, según María, le daría escalofríos. Y en efecto, su condición de madre no le falló cómo la vida le ha confirmado en estos últimos 17 años que no ha podido tener ningún rastro de ella.
La pareja llegó al lugar de la celebración alrededor de las 10:15 de la noche, pero no pasaron muchos minutos para que se iniciara uno de los mayores misterios sin resolver.
Un abrazo “efusivo” a Aurora, delante de Pedro, por parte de uno de sus compañeros de labores durante la fiesta desató una discusión marital dentro del local que llamó la atención de todos los presentes, según se documentó en uno de los expedientes del Ministerio Público en aquel momento.
Es a continuación que Aurora decide irse discretamente al parqueo junto con su esposo para no discutir dentro del restaurante y enfrente de los empleados de la empresa. Un guardián de seguridad a las afueras de Spigolo fue la última persona que los vio juntos aquella noche, y quien no prestó asunto a la acalorada discusión debido a que tenía que estar pendiente de los carros que ingresaban al lugar.
A partir de ese instante solo ha habido cabida para el argumento de Pedro Polanco, quien fue el último que la vio con vida, y a quien por última vez vieron con ella hablando.
Posteriormente, la explicación que él daría a los familiares de Aurora sería de lo más desconcertante y perturbador, al punto de ser comparable solo con un relato de terror o una novela de ciencia ficción de Stephen King.
De acuerdo a Pedro, pasada las 11:00 de la noche, ella se quitó las zapatillas de color plata y se echó a correr descalza por la inclinada avenida Tiradentes que conduce hacia la puerta del Alma Mater de la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD), y supuestamente él le perdió el rastro mientras Aurora se alejaba y camuflaba por la lúgubre oscuridad de la noche que aparentemente no la ha querido devolver a sus familiares.
Misterio
Él nunca corrió tras ella, y tanto la familia de Aurora como los registros noticiosos de la época, describieron que los motivos que Pedro señaló fue que “era muy peligroso” seguirla, y que además un taxi había llegado al local para recogerlo.
María, quien ya tenía un mal presentimiento, confirmó su corazonada de que algo malo estaba a punto de pasar con su hija cuando se enteró de que Pedro había llamado a una hermana de Aurora para decirle que ellos habían discutido, así como preguntando que sí finalmente ella había llegado a la casa, ubicada en la Calle Penetración del sector Villa Faro, en Santo Domingo Este.
Pero Aurora, quien tenía una hija de 18 meses al momento de su desaparición, nunca llegó a su vivienda ni a ninguna parte. Hoy su niña ha crecido y tiene 18 años, y aún la espera sin respuesta, esperando que concluya su eterno maratón.
Como escribiría en aquel instante el periodista Koldo Campos Sagaseta, quien dio cobertura durante los primeros años a la misteriosa desaparición de Aurora: “Y corriendo ha cruzado, desde entonces, su menuda figura frente a todas las comisarías de policía de la ciudad que no la vieron nunca, que nunca la han sabido; corriendo ha ido dejando atrás pesquisas inconclusas y reportes a doble espacio; siempre corriendo, Aurora atravesó un original y tres copias, dio la vuelta a un formulario verde, recorrió sin detenerse cuatro informes anexos, dos sellos gomígrafos y algunas presunciones, incansable al desaliento, sin que la detuvieran los indicios, ni las legítimas sospechas. Corriendo le ha pasado por el lado a tres pruebas periciales, ha dejado atrás los esperticios, ha cruzado indagatorias y testigos que sirvieron, al menos, para saber que aún corre, que Aurora Wiwonska tiene 17 años corriendo”.
SIN ACUSADOS
La familia de Aurora siempre ha señalado a Pedro de ser el principal sospechoso de su desaparición.
“Él nos dijo en un principio que había llamado a un taxi cuando mi hija comenzó a correr como loca, pero luego nos enteramos que ese supuesto taxista era un amigo de él que siempre andaba en una camioneta, un tal Mario Cabrera.
Cuando la Policía los interrogaba ellos se contradecían porque Pedro decía que fue a las 11:00 de la noche que lo llamó y el otro decía que había sido a las 9:00 que había ido”, sostiene María.
Aún así, ni la Policía Nacional ni el Ministerio Público pudieron probarle a Pedro que tuvo responsabilidad en la desaparición de su esposa, ya que cuatro días después, tanto él como su amigo fueron descargados de toda sospecha por falta de pruebas. Parecía ser que Aurora, quien nunca había mostrado señales de locura y que, por el contrario, sabía tres idiomas y era estudiante de término de Ingeniería en Sistemas, se había vuelto loca.
Koldo, quien trabajó el caso en aquella fecha, publicaba los días 7 de cada mes un artículo sobre Aurora con su foto que se inmortalizaría en las comisarías del país; aquella imagen que mostraba a una veinteañera de tez blanca y pelo corto, con la mirada hacia abajo y la boca abierta, con los hombros a la intemperie y sus tiros blancos que sobresalen de su vestido de boda donde consumó aquel acto de amor junto a su esposo, un 18 de diciembre de 1999. Un año y 11 meses antes de que ella se esfumara sin explicación alguna.
Y es desde aquel 7 de diciembre de 2001, cuando la figura de Aurora se convierte aparentemente en un fantasma que todavía corre por las noches en los alrededores de la UASD que han pasado los meses; hasta finalmente haber transcurrido 17 largos años. Sin respuesta ni justicia, y con la tortuosa imaginación de intentar descifrar su posible paradero.

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