En nuestro país (RD), en los últimos seis años, lamentablemente, se
han puesto de moda los linchamientos de personas que son acusadas o
sorprendidas cometiendo determinados actos delincuenciales.
Los linchamientos son desesperadas y emotivas acciones a las que
recurre una población cuando, impotente, confusa, hastiada y desconfiada
en el debido proceso y por la ausencia de la correcta aplicación de la
justicia, prefieren acudir a método impropio, salvaje e incivilizado de
“una muchedumbre ejecutar con sus propias manos a alguien sin formación
de proceso regular previo y al margen de las leyes vigentes”.
En la RD, desde el 2011 hasta diciembre del pasado 2017, se
cometieron 140 homicidios por linchamientos, según enumera un informe
del Observatorio de Seguridad Ciudadana del Ministerio de Interior y
Policía. En lo que va de este 2018 ya se han cometido 16 linchamientos.
En esos registros no se cuentan a decenas de personas que resultaron
malheridas por diferentes intentos de linchamientos.
De esos linchamientos, el más divulgado es el que se cometió contra
“Lagrimita”, quien debía estar presos como consecuencia de una anterior
sentencia condenatoria. Por razones o mecanismos desconocidos se
encontraba libre y, volviendo por sus fechorías, trató de asaltar en su
hogar al Dr. Julio Gómez y un sobrino (baleado por el asaltante), que
pudieron defenderse y conseguir el auxilio del vecindario que, por
desconfianza en la justicia, prefirió linchar al asaltante antes que
someterlo al debido proceso judicial, como indican nuestras leyes.
En nuestra sociedad y la opinión pública existe una percepción
generalizada de que el incremento de los linchamientos es producto de la
inseguridad ciudadana, la falta de autoridad, negligencia de los
mecanismos de represión del Estado, por ineficacia, impunidad,
burocratismo y lentitud del aparato judicial de la RD, todo lo cual
genera desconfianza en la población.
Por reciente experiencia, me incluyo en la franja social que asigna
la principal cuota de responsabilidad a ese incremento de los
linchamientos en la RD a la desconfianza que generan las deficiencias de
nuestras autoridades (PN y todo el aparato judicial). Como muestras
veamos estos dos casos:
A uno de mis sobrinos le aplicaron tres meses de prisión en cárcel de
La Victoria como medida de coerción por “intento de retención de su
hijo, acusado por su ex pareja”. La apelación y solicitud de revisión de
dicha coerción sufrió 8 diferentes reenvíos. Esta es una de la causa
por la que más del 69% de los presos en la RD son preventivos.
Luego de más de dos años en la cárcel, mi sobrino fue sentenciado a
pena cumplida, el pasado 30 de noviembre, lo cual dio paso a un
viacrucis que lleva más de cuatro meses.
Los jueces actuantes duraron 70 días para firmar la sentencia, a lo
cual se sumaron otros 20 días esperando la desestimación de una posible
apelación. La notificación a las otras personas involucradas lleva 15
días. Ahora, porque faltan tres de los involucrados por notificar,
mediante acto de Alguacil, los abogados procedieron a realizar esas
restantes notificaciones, razón por la cual desde el 30 noviembre de
2017 hasta la fecha, mi sobrino todavía se mantiene en la hacinada y
promiscua ergástula de La Victoria.
Todo lo contrario sucede cuando un preso es rico o famoso, porque al
otro día de la sentencia es inmediatamente puesto en libertad, tal cual
aconteció con el sonado caso de un conocido dirigente de sindicato de
choferes.
Estos dos casos son evidencias de que el sistema judicial de la RD es
muy costoso, parcializado y discriminatorio y al mismo tiempo padece de
excesivo burocratismo, lentitud y deficiencias con lo cual estimulan la
impunidad y generan desconfianza en la sociedad, lo que a su vez se
convierte en un negativo aliciente que, directa e indirectamente,
promueve el incremento de los linchamientos en la RD, propios de la
barbarie y de sociedades primitivas..........Fuente:Almomento.net/Por:Juan Lopez
jpm
lunes, 2 de abril de 2018
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