¿Y por qué? ¿Por qué esa temperatura y no otra?
Mantener una temperatura constante es un mecanismo adaptativo y los animales que lo hacen reciben el nombre de animales homeotermos o de sangre caliente. La evolución los llevó por ese camino al tratarse de una ventaja adaptativa que el funcionamiento del organismo no dependiera tanto de la temperatura ambiente para su interacción con el entorno. Así la actividad corporal se mantiene sin importar si hace frío o calor o si es invierno o verano. Las aves y los mamíferos (entre los que nos encontramos) son homeotermos.
Otros animales siguieron un camino evolutivo diferente y se mantuvieron sin una temperatura corporal constante. Estos animales reciben el nombre de animales poiquilotermos o de sangre fría. Así la actividad corporal depende de la temperatura del entorno. Los peces, anfibios y reptiles son poiquilotermos.
El calor de nuestros cuerpos se obtiene de los alimentos que ingerimos. La energía que obtenemos de su metabolización también nos sirve, entre otras muchas cosas, para mantener los mecanismos termorreguladores de nuestro organismo, mecanismos gestionados por el hipotálamo.
Y una elevada temperatura corporal nos protege de virus, bacterias y hongos. Así que, a más calor menos infecciones.
Entonces una temperatura mayor nos mantendría más a salvo ¿no? Así es, pero el consumo de energía sería mucho mayor, algo excesivo para nuestro organismo que gastaría demasiado en producir calor y sería necesario pasar mucho más tiempo comiendo y obteniendo energía, y eso no es sostenible.
Así resulta que esos aproximadamente 36,7ºC son la temperatura más eficiente: nos mantienen lo más protegidos posibles frente a infecciones con el menor consumo de energía posible. De eso se trata, de optimizar.
También puede hacer disminuir la temperatura corporal para evitar la pérdida de calor en un entorno excesivamente frío. Se constriñen los vasos sanguíneos para paliar la pérdida de calor por irradiación de los capilares más superficiales de la piel, se siente la necesidad de frotar manos y brazos para generar calor muscular con la fricción. Incluso tiritamos para generar calor.
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