Cuando se celebra un aniversario enseguida se asocia a un pastel con sus velas y los soplidos y os deseos.
Pero no siempre fue así.
¿Cuál es la historia que está detrás de todo esto?
Los aniversarios como fecha de celebración del nacimiento estaban reservados en la edad Antigua a las personalidades.
Fueron notables las fastuosas fiestas organizadas por Cleopatra para
celebrar el cumpleaños de Marco Antonio en el siglo I según recoge
Plutarco. En Egipto y Babilonia se celebraba el cumpleaños de los
varones de la realeza, pero era tabú celebrar el de niños y mujeres. Y
en Grecia se celebraba tan solo el del cabeza de familia, elaborando un
pastel de harina y miel.
Otra cosa eran las deidades. Ya en el siglo III a dC. los devotos de
Artemisa la honraban los días seis de cada mes con uno de estos
pasteles, redondos como la Luna, en el que encendían velas de cera —pues
su luz representaba la del astro— cuya llama se encargaba ella misma de
apagar a través de un soplo de aire que descendía de una especie de
ventanuco situado en la parte alta del templo.
El Cristianismo consideró la celebración del cumpleaños como un
vestigio pagano hasta que la Iglesia cambió de actitud hacia el siglo
IV. Posteriormente, en el siglo XII, se comenzaron a registrar los
nacimientos en las parroquias europeas y se volvió a celebrar el
cumpleaños, ahora ya el de todos.
Ya entonces era parte del ritual el apagar las velas del pastel de un
solo soplo con la habitación a oscuras. Y eran velas a las que la
creencia folklórica dotaba de una magia especial. Desde antiguo se
consideraba que las brujas y demonios no podían obrar maleficio alguno
contra aquél que tuviese encendida una vela bendecida, y esta creencia
se traslada a las velas del cumpleaños con la idea de protección al
homenajeado y con la de atraer la buena suerte.
Así se decora el pastel con tantas velas como años se cumplan —aunque
los campesinos germanos añadían una más que representaba la “luz de la
vida”— se puede formular un deseo en silencio (en algunos países tres) y
al apagarlas de un solo soplo éstos se harán realidad, siempre que,
como señala la superstición, no se revelen.
Desear un “feliz cumpleaños” a los amigos y personas queridas era la
manera supersticiosa de la sociedad de otorgarles protección. Los
ruidos, golpes, cánticos y aplausos —como en otras celebraciones— tienen
la misión de ahuyentar a los malos espíritus que pudiesen acudir
atraídos por la celebración.
Ahora a puedes celebrar los cumpleaños sabiendo por qué hacemos lo que hacemos....www.sabercurioso.es
lunes, 25 de mayo de 2015
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