El historiador y sociólogo Franklin Franco Pichardo afirma que Trujillo empezó a acariciar la estafa al término de la Segunda Guerra Mundial, al influjo de los acuerdos de Bretton Woods de 1944, que consolidaron la supremacía del dólar.
En un memorando confidencial de la embajada de Estados Unidos en Santo Domingo de fecha 2 de junio de 1945, se manifiesta el interés del gobierno dominicano en la contratación de un experto en asuntos monetarios.
Además de los dos economistas de la Reserva Federal que envió Washington a Santo Domingo, Trujillo contrató al argentino Raúl Prebisch, quien fue de los artífices del sistema monetario dominicano y asesor en materia de política de sustitución de importaciones.
Cuando la primera intervención de Estados Unidos en Dominicana en 1916 a 1924, el dólar se impuso como moneda circulante del país.
Desde mucho antes, señala Franco, existía una pequeña proporción de moneda metálica de reducido valor, una parte acuñada a finales del siglo XIX y sustituida en 1937 por otra también metálica que alcanzó casi millón y medio de pesos.
Los asesores contratados coincidieron en que República Dominicana tenía una economía saludable y podía simplemente cambiar la moneda circulante por una moneda nacional.
La creciente liquidez monetaria experimentada por el país a causa de la guerra con el alza de precios de los principales productos de exportación -azúcar, café y cacao- no solo crearía una reserva para garantizar la emisión de la nueva moneda sino incluso para pagar la deuda externa.
Según el libro de B. Vega, Estados Unidos y Trujillo (1982), de la creación de la nueva moneda podría salir un excedente de entre siete y ocho millones de dólares para la liquidación de la deuda externa.
Pero en una hábil operación y momentos antes de crear el Banco Central dominicano, pagó la totalidad de la deuda a los tenedores de bonos norteamericanos, ascendente a poco más de nueve millones de dólares.
Es decir, la deuda externa fue pagada utilizando los recursos en depósitos del sector privado nacional.
Según Trujillo, los bancos establecidos en el país tenían un balance en Nueva York al cierre de junio de 1945, una suma total de 29.2 millones de dólares y una cifra adicional de 19.0 millones que daban un total de 48.2 millones.
De acuerdo con Jesús María Troncoso Sánchez, alto funcionario del gobierno de Trujillo al informarle sobre las negociaciones en Washington, Troncoso dijo que solo los balances en dólares de los tres bancos que operaban en Santo Domingo ascendían a 42.9 millones, lo que arroja una diferencia de 5.3 millones de dólares.
Sin embargo, Franklin Franco no cree que ese fuera el monto total de la estafa.
La revista de la Secretaría de Finanzas señaló en 1955 que al momento de la creación del Banco Central en 1947 el acervo total en dólares circulantes más los depósitos en los bancos ascendía a 60 millones de dólares.
La diferencia entre la cifra dada por Trujillo y la brindada por Ambrosio Alvarez en la revista de la Secretaría de Finanzas en 1955, eleva el fraude a 11.8 millones.
Otro dato referido en 1951 por el Boletín del Banco Central en el cuadro sobre el medio circulante, de enero a diciembre de 1947 se informa que el total circulante ascendía a 47.7 millones de dólares.
El peso dominicano emitido según la ley, tenía igual valor al dólar estadounidense e idéntica representación en oro, cuando el billete verde todavía tenía respaldo en ese metal.
Muchos de los documentos por los que se podría saber exactamente la cifra estafada, fueron destruidos después del ajusticiamiento del tirano en mayo de 1961.
No obstante, registros del Banco Central apenas dos meses después de creado, muestran ya como parte de la deuda interna, la compra de empresas que formaron parte de las actividades comerciales e industriales personales de Trujillo.
Al momento de su muerte, en 1961, de todos los capitales invertidos en la industria nacional, 306 millones de dólares, el dictador era propietario del 51 por ciento de esa cifra.
El siete por ciento de esa cantidad era de la incipiente burguesía nacional y el 42 por ciento se encontraba en manos de inversionistas extranjeros, en su mayoría norteamericanos.
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