La zanahoria es originaria de Asia Central, más concretamente de Afganistán, y su origen data del año 3.0000 a.C.
Aquellas zanahorias eran de color púrpura por fuera y amarillas por dentro.
Sí, sí, como lo oyes.
Los comerciantes árabes extendieron la semilla de zanahoria por Asia y África y surgieron variedades con diferentes tonos de púrpura, blanco, amarillo, verde e incluso negro.
Respecto a Europa —aunque griegos y romanos ya la conocían— no se extendió su uso hasta la Edad media, cuando se cultivaba en los monasterios para uso farmacéutico, y no como alimento puesto que entonces la textura era bastante leñosa.
No fue hasta el siglo XVI que la zanahoria no adquirió su aspecto actual. Los holandeses investigaron para mejorar la especie, produciendo cuatro variedades cuyos descendientes son los consumidos actualmente: la Early Half Long, la Late Half Long, la Scarlet y la Long Orange.
Seleccionaron para su trabajo las variedades de color naranja, se dice que en honor de la casa real holandesa de Orange. Aunque también pudo ser por la elevada presencia en los ejemplares de este color de un compuesto antioxidante llamado caroteno, que al entrar en el sistema digestivo se transforma en vitamina A, una molécula clave en la alimentación humana.
Es por esta razón por la que esta variedad ha terminado por extenderse en mayor medida. Tanto se han seleccionado las mejores variedades para su cultivo y consumo, que el valor nutricional de la zanahoria ha aumentado un 50% el contenido de carotenos en los últimos 40 años.
El consumo de esta hortaliza nos proporciona además: carbohidratos, vitamina E, vitamina B y Potasio, y aportes menores de fósforo, magnesio, yodo y calcio. Y además se dice que proporcionan buena vista.
Nota sabionda: Hasta el siglo XIX no se conocieron las zanahorias de textura más tierna, más aptas para su consumo.
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