Se atribuye esa curiosa colocación de la puntuación en la diana de dardos a Brian Gamlin, un carpintero del condado de Lancashire (Inglaterra). Se supone que la idea se le ocurrió alrededor del año 1896 aunque no se puede asegurar con certeza, pues Gamlin falleció en 1903, antes de patentar la idea.
Así, de entrada, no parece gran cosa: poner los números desordenados y ya está. ¿Patentar eso?
Pues bien, no es ni mucho menos una colocación aleatoria. Está planteada para penalizar la falta de puntería y evitar premiar el lanzamiento afortunado, el lanzamiento de chiripa. Reduce al máximo la posibilidad de que un jugador con poca puntería pueda obtener mayor puntuación que otro jugador con mejor puntería.
¿Y cómo logra eso?
Bien, pues colocando números bajos al lado de las puntuaciones más elevadas. Así encontramos el 1 y 5 al lado de 20, el 3 y 2 al lado de 17, el 4 y 1 al lado de 18…
Si se lanza a la zona del 20 y se falla, la penalización es conseguir 5 o 1 puntos por cada dardo. Así que hay que afinar la puntería para conseguir buena puntuaciones (de lo que trata el juego, vamos) y un acierto fortuito en el 20 no significará gran cosa en el global de la partida pues se compensará con las puntaciones más bajas.
Pero no acaba ahí el alcance del diseño. En la zona superior se encuentran los números 20 y 18, precisamente la zona a la que es más difícil lanzar por la parábola que describe el dardo. Si la potencia no es la adecuada el dardo tiende a caer a puntuaciones más bajas, con máximos de 17 y 19.
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