viernes, 7 de enero de 2011

Piedras contra balas en la frontera..

Gardenia Mendoza Aguilar

MÉXICO, D.F.— En los últimos tres años, 35 mexicanos murieron por agresiones de agentes de la Patrulla Fronteriza de Estados Unidos, incluyendo la más reciente acusación de la policía del estado de Sonora por la muerte de Ramsés Barrón, de 17 años de edad, el miércoles pasado. Apenas un caso de encarcelamiento, sin embargo, ha sido registrado.

No hay sentencias porque el sistema policial estadounidense es juez y parte en la investigación, denuncia Enrique Morones, director de la organización Ángeles de la Frontera.

"Los agentes locales del lugar de las agresiones investigan a su vez a los agentes fronterizos, a pesar de las múltiples peticiones de que sean otras instancias las que realicen la investigación conjunta, como la Comisión de Derechos Humanos u organismos como Human Rights Watch", comenta.

El único caso que concluyó con una condena de 11 y 12 años de cárcel, respectivamente, fue de los ex agentes Ignacio Ramos y Alonso Compeán por haber disparado en 2005 contra el traficante de drogas Osvaldo Aldrete Dávila, cerca de la fronteriza ciudad de El Paso, Texas.

Sin embargo, la presión republicana en el Senado estadounidense logró la liberación de ambos policías en 2008, con base en los argumentos de que los funcionarios actuaron en defensa de su país, por lo que la pena era considerada un exceso.

Aun los casos más recientes en los que fueron asesinados en un lapso de 10 días dos mexicanos por policías fronterizos siguen en el misterio, a pesar de la evidencia que demuestra el uso desproporcionado de la fuerza y la condena del gobierno mexicano ante la brutalidad de las muertes.

En mayo pasado, Anastasio Hernández, de 32 años, murió a consecuencia de la golpiza a manos de patrulleros de la frontera en las inmediaciones de la garita Tijuana-San Isidro, momentos antes de ser deportado y tras residir durante más de 20 años en San Diego.

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