viernes, 14 de noviembre de 2008

Dolor y llanto por Paula


Por Oscar Quezada / El Caribe
En el velatorio de Paula Mercedes, la mayor policial ultimada a balazos, los rumores eran tan frecuentes como las lágrimas de pesar por su trágica desaparición. Unos hablaban de un posible asalto, otros, que tuvo que ver con su función en la Amet.

Mercedes recibió tres impactos de bala, que fueron suficientes para acabar con su vida, sin que sus dos acompañantes pudiesen hacer nada para evitarle un final que quizás nunca imaginó.
Cuando la mataron, la oficial que durante años desempeñó su dilatada carrera en la Dirección Central de Investigaciones Criminales, iba en su carro Toyota Corolla, con dos grandes amigas a bordo.
Una de ellas, Marisa Herrera, se define como una hermana de crianza de Mercedes, de 38 años.

Herrera vio morir a su amiga y prefiere ser la persona que cuente cómo sucedieron los hechos aquella funesta noche.

“Eso pasó en fracciones de segundos. Cuando llegamos al apartamento, alguien iba saliendo en una yipeta y era muy estrecho por donde salía.

Ella dijo, esta gente nunca abre este portón bien”, narró Herrera.
Cuenta que su hija, Andrea De Jesús Herrera, iba también en el auto de Mercedes y, al escuchar las quejas de la oficial por la estrechez de la puerta por donde se disponía entrar, se ofreció para desmontarse del automóvil e ir a abrir por completo el portón en el sector donde vivía, en el ensanche Claret, en la capital.
“Ella dijo, no lo haga y veo como un bulto, a lo lejos, como un motor parado.

Yo le dije, Pao, deja que mi hija lo haga. Ella dijo, no, lo hago yo. Entonces, cogió su pistola.

Cuando ella estaba empujando la puerta, viene un hombre caminando, como quien va caminando por la acera normal, y rápidamente le echó el brazo, como si la fuera a abrazar”, comentó Herrera.
Dijo que escuchó sólo tres disparos. Al principio, cuenta Herrera, ella y su hija pensaron que se trataba de un saludo, pero minutos después la vieron tambalear y fue cuando corrieron en su auxilio. Dice que la noche estaba oscura y que, al llegar hasta donde Mercedes yacía en el suelo ensangrentada, comenzaron a gritar y sólo pudieron ver a una persona alta que huía.
La señora Herrera dijo que Mercedes cayó boca abajo y que en ese instante lo único que hizo fue rezar para que no muriera, hasta que alguien se ofreció llevarla en su propio carro hasta el Hospital Central de las Fuerzas Armadas, donde poco después falleció.
Herrera y su hija Andrea aseguran que a Mercedes nadie le robó nada y que ninguna de las dos fue agredida por el matador.
Mercedes vivía con su hijo de ocho años. Herrera cuenta que la agente policial perdió a sus padres antes de los 15 años de edad y que su orfandad la obligaron a enfrentar la vida sola.

Mercedes será sepultada hoy, en el cementerio nuevo de La Romana. Sus restos partirán hacia esa ciudad desde la funeraria La Altagracia, en la capital.

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